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El Deseado de Todas las Gentes
todo lo que hubiese oído. Amaba al gran Maestro, y deseaba estar
con él. Sintió un deseo de ser transformado en su carácter y su vida,
y esperó obtenerlo relacionándose con Jesús. El Salvador no rechazó
a Judas. Le dió un lugar entre los doce. Le confió la obra de un
evangelista. Le dotó de poder para sanar a los enfermos y echar a los
demonios. Pero Judas no llegó al punto de entregarse plenamente a
Cristo. No renunció a su ambición mundanal o a su amor al dinero.
Aunque aceptó el puesto de ministro de Cristo, no se dejó modelar
por la acción divina. Creyó que podía conservar su propio juicio y
sus opiniones, y cultivó una disposición a criticar y acusar.
Judas era tenido en alta estima por los discípulos, y ejercía gran
influencia sobre ellos. Tenía alta opinión de sus propias cualidades y
consideraba a sus hermanos muy inferiores a él en juicio y capacidad.
Ellos no veían sus oportunidades, pensaba él, ni aprovechaban las
circunstancias. La iglesia no prosperaría nunca con hombres tan
cortos de vista como directores. Pedro era impetuoso; obrada sin
consideración. Juan, que atesoraba las verdades que caían de los
labios de Cristo, era considerado por Judas como mal financista.
Mateo, cuya preparación le había enseñado a ser exacto en todas
las cosas, era muy meticuloso en cuanto a la honradez, y estaba
siempre contemplando las palabras de Cristo, y se absorbía tanto
en ellas que, según pensaba Judas, nunca se le podría confiar la
transacción de asuntos que requiriesen previsión y agudeza. Así
pasaba Judas revista a todos los discípulos, y se lisonjeaba porque,
de no tener él su capacidad para manejar las cosas, la iglesia se vería
con frecuencia en perplejidad y embarazo. Judas se consideraba
como el único capaz, aquel a quien no podía aventajársele en los
negocios. En su propia estima, reportaba honra a la causa, y como
tal se representaba siempre.
Judas estaba ciego en cuanto a su propia debilidad de carácter,
y Cristo le colocó donde tuviese oportunidad de verla y corregirla.
Como tesorero de los discípulos, estaba llamado a proveer a las
necesidades del pequeño grupo y a aliviar las necesidades de los
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pobres. Cuando, en el aposento de la Pascua, Jesús le dijo: “Lo que
haces, hazlo más presto,
los discípulos pensaron que le ordenaba
comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Mientras
servía a otros, Judas podría haber desarrollado un espíritu desintere-
sado. Pero aunque escuchaba diariamente las lecciones de Cristo y