Página 661 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Judas
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presenciaba su vida de abnegación, Judas alimentaba su disposición
avara. Las pequeñas sumas que llegaban a sus manos, eran una con-
tinua tentación. Con frecuencia, cuando hacía un pequeño servicio
para Cristo, o dedicaba tiempo a propósitos religiosos, se cobraba de
este escaso fondo. A sus propios ojos, estos pretextos servían para
excusar su acción; pero a la vista de Dios, era ladrón.
La declaración con frecuencia repetida por Cristo de que su reino
no era de este mundo, ofendía a Judas. El había trazado una conduc-
ta de acuerdo con la cual él esperaba que Cristo obrase. Se había
propuesto que Juan el Bautista fuese librado de la cárcel. Pero he
aquí que Juan había sido decapitado. Y Jesús, en vez de aseverar su
derecho real y vengar la muerte de Juan, se retiró con sus discípulos
a un lugar del campo. Judas quería una guerra más agresiva. Pensaba
que si Jesús no impidiese a los discípulos ejecutar sus planes, la obra
tendría más éxito. Notaba la creciente enemistad de los dirigentes
judíos, y vió su desafío quedar sin respuesta cuando exigieron de
Cristo una señal del cielo. Su corazón estaba abierto a la increduli-
dad, y el enemigo le proporcionaba motivos de duda y rebelión. ¿Por
qué se espaciaba tanto Jesús en lo que era desalentador? ¿Por qué
predecía pruebas y persecución para sí y sus discípulos? La perspec-
tiva de obtener un puesto elevado en el nuevo reino había inducido
a Judas a abrazar la causa de Cristo. ¿Iban a quedar frustradas sus
esperanzas? Judas no había llegado a la conclusión de que Jesús
no fuera el Hijo de Dios; pero dudaba, y procuraba hallar alguna
explicación de sus poderosas obras.
A pesar de la propia enseñanza del Salvador, Judas estaba de
continuo sugiriendo la idea de que Cristo iba a reinar como rey en Je-
rusalén. Procuró obtenerlo cuando los cinco mil fueron alimentados.
En esta ocasión, Judas ayudó a distribuir el alimento a la hambrienta
multitud. Tuvo oportunidad de ver el beneficio que estaba a su al-
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cance impartir a otros. Sintió la satisfacción que siempre proviene
de servir a Dios. Ayudó a traer a los enfermos y dolientes de entre la
multitud a Cristo. Vió qué alivio, qué gozo y alegría penetraban en
los corazones humanos por el poder sanador del Restaurador. Podría
haber comprendido los métodos de Cristo. Pero estaba cegado por
sus propios deseos egoístas. Judas fué el primero en aprovecharse
del entusiasmo despertado por el milagro de los panes El fué quien