Página 663 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Judas
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métodos diferirían algo de los de Cristo, pero en estas cosas se creía
más sabio que Cristo.
En todo lo que Cristo decía a sus discípulos, había algo con lo
cual Judas no estaba de acuerdo en su corazón. Bajo su influencia,
la levadura del desamor estaba haciendo rápidamente su obra. Los
discípulos no veían la verdadera influencia que obraba en todo esto;
pero Jesús veía que Satanás estaba comunicando sus atributos a
Judas y abriendo así un conducto por el cual podría influir en los
otros discípulos. Y esto Cristo lo declaró un año antes de su entrega.
“¿No he escogido yo a vosotros doce—dijo,—y uno de vosotros es
diablo?
Sin embargo, Judas no se oponía abiertamente ni parecía poner
en duda las lecciones del Salvador. No murmuró abiertamente hasta
la fiesta celebrada en la casa de Simón. Cuando María ungió los
pies del Salvador, Judas manifestó su disposición codiciosa. Bajo
el reproche de Jesús, su espíritu se transformó en hiel. El orgullo
herido y el deseo de venganza quebrantaron las barreras, y la codicia
durante tanto tiempo alimentada le dominó. Así sucederá a todo
aquel que persista en mantener trato con el pecado. Cuando no se
resisten y vencen los elementos de la depravación, responden ellos a
la tentación de Satanás y el alma es llevada cautiva a su voluntad.
Pero Judas no estaba completamente empedernido. Aun después
de haberse comprometido dos veces a traicionar al Salvador, tuvo
oportunidad de arrepentirse. En ocasión de la cena de Pascua, Jesús
demostró su divinidad revelando el propósito del traidor. Incluyó
tiernamente a Judas en el servicio hecho a los discípulos. Pero no
fué oída su última súplica de amor. Entonces el caso de Judas fué
decidido, y los pies que Jesús había lavado salieron para consumar
la traición.
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Judas razonó que si Jesús había de ser crucificado, el hecho
acontecería de todos modos. Su propio acto de entregar al Salvador
no cambiaría el resultado. Si Jesús no debía morir, lo único que haría
sería obligarle a librarse. En todo caso, Judas ganaría algo por su
traición. Calculaba que había hecho un buen negocio traicionando a
su Señor.
Sin embargo, Judas no creía que Cristo se dejaría arrestar. Al en-
tregarle, era su propósito enseñarle una lección. Se proponía desem-
peñar un papel que indujera al Salvador a tener desde entonces