El Calvario
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ignorancia no suprimió su culpabilidad, porque habían tenido el
privilegio de conocer y aceptar a Jesús como su Salvador. Algunos
iban a ver todavía su pecado, arrepentirse y convertirse. Otros, por su
impenitencia, iban a hacer imposible que fuese contestada la oración
de Cristo en su favor. Pero asimismo se cumplía el propósito de Dios.
Jesús estaba adquiriendo el derecho a ser abogado de los hombres
en la presencia del Padre.
Esa oración de Cristo por sus enemigos abarcaba al mundo.
Abarcaba a todo pecador que hubiera vivido desde el principio del
mundo o fuese a vivir hasta el fin del tiempo. Sobre todos recae la
culpabilidad de la crucifixión del Hijo de Dios. A todos se ofrece
libremente el perdón. “El que quiere” puede tener paz con Dios y
heredar la vida eterna.
Tan pronto como Jesús estuvo clavado en la cruz, ésta fué levan-
tada por hombres fuertes y plantada con gran violencia en el hoyo
preparado para ella. Esto causó los más atroces dolores al Hijo de
Dios. Pilato escribió entonces una inscripción en hebreo, griego y
latín y la colocó sobre la cruz, más arriba que la cabeza de Jesús.
Decía: “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos.” Esta inscripción irritaba
a los judíos. En el tribunal de Pilato habían clamado: “Crucifíca-
le.” “No tenemos rey sino a César.
Habían declarado que quien
reconociese a otro rey era traidor. Pilato escribió el sentimiento que
habían expresado. No se mencionaba delito alguno, excepto que
Jesús era Rey de los judíos. La inscripción era un reconocimiento
virtual de la fidelidad de los judíos al poder romano. Declaraba que
cualquiera que aseverase ser Rey de Israel, era considerado por ellos
como digno de muerte. Los sacerdotes se habían excedido. Cuando
maquinaban la muerte de Cristo, Caifás había declarado conveniente
que un hombre muriese para salvar la nación. Ahora su hipocresía
quedó revelada. A fin de destruir a Cristo, habían estado dispuestos
a sacrificar hasta su existencia nacional.
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Los sacerdotes vieron lo que habían hecho, y pidieron a Pilato
que cambiase la inscripción. Dijeron: “No escribas, Rey de los Ju-
díos: sino, que él dijo: Rey soy de los Judíos.” Pero Pilato estaba
airado consigo mismo por su debilidad anterior y despreciaba ca-
balmente a los celosos y arteros sacerdotes y príncipes. Respondió
fríamente: “Lo que he escrito, he escrito.”