Página 70 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Había algunos que buscaban su sociedad, sintiéndose en paz en
su presencia; pero muchos le evitaban, porque su vida inmaculada
los reprendía. Sus jóvenes compañeros le instaban a hacer como
ellos. Era de carácter alegre; les gustaba su presencia, y daban la
bienvenida a sus prontas sugestiones; pero sus escrúpulos los im-
pacientaban, y le declaraban estrecho de miras. Jesús contestaba:
Escrito está: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar
tu palabra.” “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar
contra ti.
Con frecuencia se le preguntaba: ¿Por qué insistes en ser tan
singular, tan diferente de nosotros todos? Escrito está, decía: “Bie-
naventurados los perfectos de camino; los que andan en la ley de
Jehová. Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con
todo el corazón le buscan: pues no hacen iniquidad los que andan en
sus caminos.
Cuando le preguntaban por qué no participaba en las diversio-
nes de la juventud de Nazaret, decía: Escrito está: “Heme gozado
en el camino de tus testimonios, como sobre toda riqueza. En tus
mandamientos meditaré, consideraré tus caminos. Recrearéme en
tus estatutos: no me olvidaré de tus palabras.
Jesús no contendía por sus derechos. Con frecuencia su trabajo
resultaba innecesariamente penoso porque era voluntario y no se
quejaba. Sin embargo, no desmayaba ni se desanimaba. Vivía por
encima de estas dificultades, como en la luz del rostro de Dios.
No ejercía represalias cuando le maltrataban, sino que soportaba
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pacientemente los insultos.
Repetidas veces se le preguntaba: ¿Por qué te sometes a tantos
desprecios, aun de parte de tus hermanos? Escrito está, decía: “Hijo
mío, no te olvides de mi ley; y tu corazón guarde mis mandamientos:
porque largura de días, y años de vida y paz te aumentarán. Miseri-
cordia y verdad no te desamparen; átalas a tu cuello, escríbelas en la
tabla de tu corazón: y hallarás gracia y buena opinión en los ojos de
Dios y de los hombres.
Desde el tiempo en que los padres de Jesús le encontraron en el
templo, su conducta fué un misterio para ellos. No quería entrar en
controversia; y, sin embargo, su ejemplo era una lección constante.
Parecía puesto aparte. Hallaba sus horas de felicidad cuando estaba
a solas con la naturaleza y con Dios. Siempre que podía, se apartaba