Página 706 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
de Dios están indisolublemente unidas; la una no puede existir sin
la otra. “La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la
paz se besaron.
Por su vida y su muerte, Cristo demostró que la justicia de Dios
no destruye su misericordia, que el pecado podía ser perdonado,
y que la ley es justa y puede ser obedecida perfectamente. Las
acusaciones de Satanás fueron refutadas. Dios había dado al hombre
evidencia inequívoca de su amor.
Otro engaño iba a ser presentado ahora. Satanás declaró que la
misericordia destruía la justicia, que la muerte de Cristo abrogaba
la ley del Padre. Si hubiese sido posible que la ley fuera cambiada
o abrogada, Cristo no habría necesitado morir. Pero abrogar la ley
sería inmortalizar la transgresión y colocar al mundo bajo el dominio
de Satanás. Porque la ley era inmutable, porque el hombre podía ser
salvo únicamente por la obediencia a sus preceptos, fué levantado
Jesús en la cruz. Sin embargo, Satanás representó como destructor de
la ley aquel mismo medio por el cual Cristo la estableció. Alrededor
de esto girará el último conflicto de la gran lucha entre Cristo y
Satanás.
El aserto que Satanás presenta ahora es que la ley pronunciada
por la misma voz de Dios es deficiente, que alguna especificación de
ella ha sido puesta a un lado. Es el último gran engaño que arrojará
sobre el mundo. No necesita atacar toda la ley; si puede inducir a
los hombres a despreciar un precepto, logra su propósito. “Porque
cualquiera que hubiere guardado toda la ley, y ofendiere en un punto,
es hecho culpado de todos.
Consintiendo en violar un precepto, los
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hombres se colocan bajo el poder de Satanás. Substituyendo la ley de
Dios por la ley humana, Satanás procurará dominar al mundo. Esta
obra está predicha en la profecía. Acerca del gran poder apóstata
que representa a Satanás, se ha declarado: “Hablará palabras contra
el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en
mudar los tiempos y la ley: y entregados serán en su mano.
Los hombres erigirán con seguridad sus leyes para contrarrestar
las leyes de Dios. Tratarán de compeler las conciencias ajenas, y en
su celo para imponer esas leyes oprimirán a sus semejantes.
La guerra contra la ley de Dios, que empezó en el cielo, conti-
nuará hasta el fin del tiempo. Cada hombre será probado. El mundo
entero ha de decidir si quiere obedecer o desobedecer. Todos serán