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El Deseado de Todas las Gentes
para los discípulos un día de incertidumbre, confusión y perplejidad.
Su falta de fe en el testimonio de las mujeres da evidencia de cuánto
había descendido su fe. Las nuevas de la resurrección de Cristo eran
tan diferentes de lo que ellos esperaban que no las podían creer. Eran
demasiado buenas para ser la verdad, pensaban. Habían oído tanto
de las doctrinas y llamadas teorías científicas de los saduceos, que
era vaga la impresión hecha en su mente acerca de la resurrección.
Apenas sabían lo que podía significar la resurrección de los muertos.
Eran incapaces de comprender ese gran tema.
“Id—dijeron los ángeles a las mujeres,—decid a sus discípulos y
a Pedro, que él va antes que vosotros a Galilea: allí le veréis, como os
dijo.” Estos ángeles habían estado con Cristo como ángeles custodios
durante su vida en la tierra. Habían presenciado su juicio y su
crucifixión. Habían oído las palabras que él dirigiera a sus discípulos.
Lo demostraron por el mensaje que dieron a los discípulos y que
debiera haberlos convencido de su verdad. Estas palabras podían
provenir únicamente de los mensajeros de su Señor resucitado.
“Decid a sus discípulos y a Pedro,” dijeron los ángeles. Desde la
muerte de Cristo, Pedro había estado postrado por el remordimiento.
Su vergonzosa negación del Señor y la mirada de amor y angustia
que le dirigiera el Salvador estaban siempre delante de él. De todos
los discípulos, él era el que había sufrido más amargamente. A él
fué dada la seguridad de que su arrepentimiento era aceptado y
perdonado su pecado. Se le mencionó por nombre.
“Decid a sus discípulos y a Pedro, que él va antes que vosotros
a Galilea: allí le veréis.” Todos los discípulos habían abandonado a
Jesús, y la invitación a encontrarse con él vuelve a incluirlos a todos.
No los había desechado. Cuando María Magdalena les dijo que había
visto al Señor, repitió la invitación a encontrarle en Galilea. Y por
tercera vez, les fué enviado el mensaje. Después que hubo ascendido
al Padre, Jesús apareció a las otras mujeres diciendo: “Salve. Y ellas
se llegaron y abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús les
dice: No temáis: id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan
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a Galilea, y allí me verán.”
La primera obra que hizo Cristo en la tierra después de su resu-
rrección consistió en convencer a sus discípulos de su no disminuido
amor y tierna consideración por ellos. Para probarles que era su
Salvador vivo, que había roto las ligaduras de la tumba y no podía