Página 756 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Al sanar en su nombre las enfermedades del cuerpo, testificarían
de su poder para sanar el alma
Y se les prometía un nuevo don.
Los discípulos tendrían que predicar entre otras naciones, e iban
a recibir la facultad de hablar otras lenguas. Los apóstoles y sus
asociados eran hombres sin letras, pero por el derramamiento del
Espíritu en el día de Pentecostés, su lenguaje, fuese en su idioma o
en otro extranjero, era puro, sencillo y exacto, tanto en los vocablos
como en el acento.
Así dió Cristo su mandato a sus discípulos. Proveyó ampliamente
para la prosecución de la obra y tomó sobre sí la responsabilidad
de su éxito. Mientras ellos obedeciesen su palabra y trabajasen en
relación con él, no podrían fracasar. Id a todas las naciones, les
ordenó. Id hasta las partes más lejanas del globo habitable, pero
sabed que mi presencia estará allí. Trabajad con fe y confianza,
porque nunca llegará el momento en que yo os abandone.
El mandato que dió el Salvador a los discípulos incluía a todos los
creyentes en Cristo hasta el fin del tiempo. Es un error fatal suponer
que la obra de salvar almas sólo depende del ministro ordenado.
Todos aquellos a quienes llegó la inspiración celestial, reciben el
Evangelio en cometido. A todos los que reciben la vida de Cristo se
les ordena trabajar para la salvación de sus semejantes. La iglesia fué
establecida para esta obra, y todos los que toman sus votos sagrados
se comprometen por ello a colaborar con Cristo.
“El Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven.
Todo aquel que oye ha de repetir la invitación. Cualquiera sea la
vocación de uno en la vida, su primer interés debe ser ganar almas
para Cristo. Tal vez no pueda hablar a las congregaciones, pero pue-
de trabajar para los individuos. Puede comunicarles la instrucción
recibida de su Señor. El ministerio no consiste sólo en la predica-
ción. Ministran aquellos que alivian a los enfermos y dolientes, que
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ayudan a los menesterosos, que dirigen palabras de consuelo a los
abatidos y a los de poca fe. Cerca y lejos, hay almas abrumadas por
un sentimiento de culpabilidad. No son las penurias, los trabajos
ni la pobreza lo que degrada a la humanidad. Es la culpabilidad, el
hacer lo malo. Esto trae inquietud y descontento. Cristo quiere que
sus siervos ministren a las almas enfermas de pecado.
Los discípulos tenían que comenzar su obra donde estaban. No
habían de pasar por alto el campo más duro ni menos promisorio. Así