Página 758 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
privilegio de los hijos de Dios, y la fe debe echar mano de todo lo
que puede tener como apoyo.
“Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” Este mundo
es un vasto lazareto, pero Cristo vino para sanar a los enfermos y
proclamar liberación a los cautivos de Satanás. El era en sí mismo
la salud y la fuerza. Impartía vida a los enfermos, a los afligidos, a
los poseídos de los demonios. No rechazaba a ninguno que viniese
para recibir su poder sanador. Sabía que aquellos que le pedían
ayuda habían atraído la enfermedad sobre sí mismos; sin embargo
no se negaba a sanarlos. Y cuando la virtud de Cristo penetraba en
estas pobres almas, quedaban convencidas de pecado, y muchos eran
sanados de su enfermedad espiritual tanto como de sus dolencias
físicas. El Evangelio posee todavía el mismo poder, y ¿por qué no
habríamos de presenciar hoy los mismos resultados?
Cristo siente los males de todo doliente. Cuando los malos espíri-
tus desgarran un cuerpo humano, Cristo siente la maldición. Cuando
la fiebre consume la corriente vital, él siente la agonía. Y está tan
dispuesto a sanar a los enfermos ahora como cuando estaba perso-
nalmente en la tierra. Los siervos de Cristo son sus representantes,
los conductos por los cuales ha de obrar. El desea ejercer por ellos
su poder curativo.
En las curaciones del Salvador hay lecciones para sus discípulos.
Una vez ungió con barro los ojos de un ciego, y le ordenó: “Ve, lávate
en el estanque de Siloé.... Y fué entonces, lavóse, y volvió viendo.
Lo que curaba era el poder del gran Médico, pero él empleaba me-
dios naturales. Aunque no apoyó el uso de drogas, sancionó el de
remedios sencillos y naturales.
A muchos de los afligidos que eran sanados, Cristo dijo: “No
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peques más, porque no te venga alguna cosa peor.
Así enseñó que
la enfermedad es resultado de la violación de las leyes de Dios, tanto
naturales como espirituales. El mucho sufrimiento que impera en
este mundo no existiría si los hombres viviesen en armonía con el
plan del Creador.
Cristo había sido guía y maestro del antiguo Israel, y le enseñó
que la salud es la recompensa de la obediencia a las leyes de Dios. El
gran Médico que sanó a los enfermos en Palestina había hablado a
su pueblo desde la columna de nube, diciéndole lo que debía hacer y
lo que Dios haría por ellos. “Si oyeres atentamente la voz de Jehová