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El Deseado de Todas las Gentes
Cuando Cristo dijo al tentador: “No con sólo el pan vivirá el
hombre, mas con toda palabra que sale de la boca de Dios,” repitió
las palabras que más de catorce siglos antes había dicho a Israel:
“Acordarte has de todo el camino por donde te ha traído Jehová
tu Dios estos cuarenta años en el desierto, ... y te afligió, e hízote
tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni
tus padres la habían conocido; para hacerte saber que el hombre no
vivirá de sólo pan, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá
el hombre.
En el desierto, cuando todos los medios de sustento se
habían agotado, Dios envió a su pueblo maná del cielo, y esto en una
provisión suficiente y constante. Dicha provisión había de enseñarles
que mientras confiasen en Dios y anduviesen en sus caminos, él no
los abandonaría. El Salvador puso ahora en práctica la lección que
había enseñado a Israel. La palabra de Dios había dado socorro a
la hueste hebrea, y la misma palabra se lo daría también a Jesús.
Esperó el tiempo en que Dios había de traerle alivio. Se hallaba
en el desierto en obediencia a Dios, y no iba a obtener alimentos
siguiendo las sugestiones de Satanás. En presencia del universo,
atestiguó que es menor calamidad sufrir lo que venga, que apartarse
en un ápice de la voluntad de Dios.
“No con sólo el pan vivirá el hombre, mas con toda palabra
que sale de la boca de Dios.” Muchas veces el que sigue a Cristo
se ve colocado en donde no puede servir a Dios y llevar adelante
sus empresas mundanales. Tal vez le parezca que la obediencia a
algún claro requerimiento de Dios le privará de sus medios de sostén.
Satanás quisiera hacerle creer que debe sacrificar las convicciones de
su conciencia. Pero lo único en que podemos confiar en este mundo
es la Palabra de Dios. “Buscad primeramente el reino de Dios y
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su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Aun en esta
vida, no puede beneficiarnos el apartarnos de la voluntad de nuestro
Padre celestial. Cuando aprendamos a conocer el poder de su palabra
no seguiremos las sugestiones de Satanás para obtener alimento o
salvarnos la vida. Lo único que preguntaremos será: ¿Cuál es la
orden de Dios, y cuál es su promesa? Conociéndolas, obedeceremos
la primera y confiaremos en la segunda.
En el último gran conflicto de la controversia con Satanás, los que
sean leales a Dios se verán privados de todo apoyo terrenal. Porque
se niegan a violar su ley en obediencia a las potencias terrenales, se