Página 107 - La Educaci

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Lo que impide la reforma
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Ha de salir del mundo, separarse de él, y no tocar lo inmundo. Nadie
puede proceder como un mundano sin ser arrastrado por la corriente
del mundo. Nadie hará progreso alguno en sentido ascendente sin
esfuerzo perseverante. El que quiere vencer tiene que afirmarse en
Cristo. No ha de mirar atrás, sino mantener la vista siempre en alto,
obteniendo una gracia tras otra. La vigilancia individual es el precio
de la seguridad. Satanás está jugando la partida de la vida por nuestra
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alma. No os inclinéis a su lado ni una pulgada, no sea que obtenga
ventaja sobre vosotros.
Si alguna vez alcanzamos el cielo será por ligar nuestras almas
a Cristo, apoyarnos en él y romper las ataduras del mundo, sus
locuras y sus encantos. Debe haber de nuestra parte una cooperación
espiritual con los seres celestiales. Debemos creer, trabajar, orar,
velar y esperar. Como hemos sido comprados por el Hijo de Dios,
somos su propiedad y cada uno debiera recibir educación en la
escuela de Cristo. Tanto docentes como alumnos deben hacer una
obra diligente para la eternidad. El fin de todas las cosas está cerca.
Se necesitan ahora hombres y mujeres armados y equipados para
luchar en favor de Dios.
No es al hombre a quien tenemos que enaltecer sino a Dios,
el solo Dios verdadero y vivo. La vida desinteresada, el espíritu
generoso y abnegado, la simpatía y el amor de aquellos que ocupan
puestos de responsabilidad en nuestras instituciones, debieran tener
una influencia purificadora y ennoblecedora que sería elocuente en
la realización del bien. Sus palabras en los consejos no provendrían
entonces de un espíritu engreído y arrogante, sino que sus discretas
virtudes serían más valiosas que el oro. Si el hombre echa mano
de la naturaleza divina, procediendo por adición, añadiendo gracia
a gracia en la perfección de un carácter cristiano, Dios procederá
por multiplicación. Dice él en su Palabra: “Gracia y paz os sea
multiplicada en el conocimiento de Dios, y de nuestro Señor Jesús”.
2 Pedro 1:2
.
“Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en
su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas.
Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme
y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio, y
justicia en la tierra: porque estas cosas quiero, dice Jehová”. “Oh,
hombre, él te ha declarado qué sea lo bueno, y qué pida de ti Jehová: