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La salvaguardia de los jóvenes
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sanas y buena moralidad, a tener disposiciones y genios alegres.
Enseñadles que ceder a la tentación es débil y perverso; que resistir
es noble y viril.
Presten todos, viejos y jóvenes, diligente atención a las palabras
escritas por el sabio hace tres mil años: “Hijo mío, no te olvides
de mi ley; y tu corazón guarde mis mandamientos: porque largura
de días, y años de vida y paz te aumentarán. Misericordia y verdad
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no te desamparen; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu
corazón: y hallarás gracia y buena opinión en los ojos de Dios y de
los hombres”.
Proverbios 3:1-4
.
La unidad en el gobierno
Unidos y con oración, el padre y la madre deben llevar la grave
responsabilidad de guiar correctamente a sus hijos. Incumbe ma-
yormente a la madre el trabajo de educar al niño; pero el padre no
debe dejarse absorber tanto por sus negocios o el estudio de los
libros, que no pueda tomar tiempo para estudiar la naturaleza de sus
hijos y sus necesidades. Debe ayudar a idear maneras para mante-
nerlos atareados en trabajos útiles, que concuerden con sus diversas
disposiciones.
El padre de niños varones debe tratar íntimamente con sus hijos,
darles el beneficio de su experiencia mayor, y hablar con ellos con
tanta sencillez y ternura, que los vincule con su corazón. Debe
dejarles ver que todo el tiempo busca sus mejores intereses y su
felicidad. Como sacerdote de la familia, es responsable ante Dios
por la influencia que ejerce sobre todo miembro de ella.
La madre debe sentir la necesidad de la dirección del Espíritu
Santo, sentir que ella misma debe experimentar verdadera sumisión
a los caminos y a la voluntad de Dios. Entonces, por la gracia de
Cristo, puede ser una maestra sabia, bondadosa y amante. Para hacer
debidamente su obra, se requieren de ella, talento, habilidad, pacien-
cia, cuidado reflexivo, desconfianza de sí misma y oración ferviente.
Procure cada madre cumplir sus obligaciones por esfuerzo perse-
verante. Lleve a sus pequeñuelos en los brazos de la fe a los pies
de Jesús, y cuéntele su gran necesidad y pídale sabiduría y gracia.
Fervorosa, paciente y valientemente, ella debe procurar mejorar su