122
La Educación Cristiana
propia capacidad, a fin de usar correctamente las facultades más
elevadas de la mente en la educación de sus hijos.
Como gobernantes unidos del reino del hogar, sientan el padre
y la madre bondad y cortesía el uno hacia el otro. Nunca debe su
[130]
comportamiento militar contra los preceptos que procuran inculcar.
Deben conservar la pureza del corazón y la vida si quieren que sus
hijos sean puros. Deben educar y disciplinar el yo si quieren que sus
hijos se sometan a la disciplina. Deben dar a sus hijos un ejemplo
digno de imitación. Si son remisos al respecto, ¿qué responderán si
los hijos confiados a ellos se presentan delante del tribunal del cielo
como testigos de su negligencia? ¡Cuán terrible será la comprensión
de su fracaso y pérdida, al encontrarse frente al Juez de toda la tierra!
Una razón por la cual hay tanto mal en el mundo hoy, estriba
en que los padres ocupan su mente en otras cosas, con exclusión
de la obra que es de suma importancia: la tarea de enseñar a sus
hijos el camino del Señor con paciencia y bondad. Los padres no
deben permitir que cosa alguna les impida dar a sus hijos todo el
tiempo necesario para hacerles comprender lo que significa obedecer
al Señor y confiar plenamente en él.
Vuestros hijos están antes que las visitas, antes que toda otra
consideración. El tiempo usado en costuras inútiles, Dios quisiera
que lo dedicaseis a educarlos en las cosas esenciales. Descuidad más
bien esa prenda innecesaria que estáis haciendo, ese plato adicional
que pensáis preparar, antes que la educación de vuestros hijos. La
labor debida a vuestro hijo durante sus primeros años no admite
negligencia. No hay en su vida un momento en que pueda olvidarse
la regla: renglón sobre renglón, precepto sobre precepto, un poco
aquí un poco allá. Negad a vuestros hijos cualquier cosa antes que la
instrucción que, si se sigue fielmente, los hará miembros buenos y
útiles para la sociedad, y los preparará para ser ciudadanos del reino
de los cielos.
Una preparación misionera
Sobre los padres recae la responsabilidad de desarrollar en sus
hijos las capacidades que los habilitarán para prestar un buen servicio
para Dios. Dios ve todas las posibilidades que hay en ese trocito de
[131]
humanidad. Ve que con la debida educación el niño llegará a ser un