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La Educación Cristiana
mayor tenía la idea de que no podía pasar sin carne y demostraba
gran disgusto y hasta falta de respeto si no se la daban. La madre lo
había complacido en sus gustos y aversiones hasta que se convirtió
en poco menos que una esclava de sus caprichos. Al muchacho no
se le daba trabajo, así que dedicaba la mayor parte de su tiempo a
leer cosas inútiles o peores que inútiles. Se quejaba casi siempre de
dolor de cabeza y no quería alimentos sencillos.
Los padres debieran dar ocupación a sus hijos. Nada constituirá
una fuente más segura de mal que la indolencia. El trabajo físico,
que cansa los músculos saludablemente, despertará el apetito por ali-
mentos sencillos y sanos; y el joven que esté debidamente ocupado,
no se levantará de la mesa refunfuñando porque no ha visto delante
de sí una fuente de carne y varias golosinas para tentar su apetito.
Jesús, el Hijo de Dios, al trabajar con sus propias manos en el
oficio de carpintero, dió un ejemplo a todos los jóvenes. Que los que
desdeñan el asumir los deberes corrientes de la vida recuerden que
Jesús estuvo sujeto a sus padres y contribuyó con su parte al sostén
de la familia. Poco lujo se veía en la mesa de José y María, pues se
contaban entre los pobres y humildes.
Los padres debieran servir de ejemplo a sus hijos en el desembol-
so de dinero. Hay quienes tan pronto como obtienen dinero lo gastan
en golosinas o en adornos innecesarios del vestido; y cuando los
ingresos disminuyen, sienten necesidad de lo que han malgastado. Si
tienen una entrada abundante, hacen uso de cada peso; si la entrada
es limitada, no alcanza a causa de los hábitos de despilfarro que han
adquirido y piden prestado para llenar las exigencias. Reunen de
toda fuente posible para hacer frente a sus necesidades imaginarias.
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Llegan a ser fraudulentos y falsos, y el registro que hay contra ellos
en los libros del cielo es de tal naturaleza que no querrían mirarlo en
el día del juicio. Han de satisfacer el deseo de ostentación; han de
complacer el deseo del apetito y se mantienen pobres en virtud de
sus descuidados hábitos, pudiendo haber aprendido a vivir dentro
del alcance de sus medios. El despilfarro es uno de los pecados a que
están propensos los jóvenes. Desprecian los hábitos de economía
por temor de que se los crea tacaños y pobres. Ante semejante estado
de cosas, ¿qué diría Jesús, la Majestad del cielo, que les ha dado un
ejemplo de paciente laboriosidad y economía?