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La Educación Cristiana
a las tentaciones que encontrarían en todas direcciones. Esta es una
oración que todo padre y madre debiera elevar. ¿Pero habrían de
interceder así en favor de sus hijos, dejándolos luego hacer lo que les
plazca? ¿Habrían de regalar el apetito hasta que éste se hiciese dueño
del terreno y esperar luego refrenar a los niños? No; la templanza
y el dominio propio debieran enseñarse comenzando desde la cuna
misma. Sobre la madre debe reposar mayormente la responsabilidad
de esta tarea. El lazo terrenal más tierno es el que existe entre la
madre y su hijo. El niño queda más prontamente impresionado por la
vida y ejemplo de la madre que por los del padre, debido a este lazo
de unión más fuerte y más tierno. No obstante, la responsabilidad
de la madre es pesada, y ella debiera tener la ayuda constante de su
esposo.
La intemperancia en el comer y beber, en trabajar y en casi todas
las cosas, existe por todas partes. Los que hacen grandes esfuerzos
para ejecutar cierta suma de trabajo en un tiempo dado y siguen
trabajando cuando su criterio les dice que deberían descansar, jamás
son vencedores. Están viviendo de capital prestado. Están gastando
la fuerza vital que necesitarán en un tiempo futuro. Y cuando se
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exija la energía que emplearon con tanta imprudencia, desfallecerán
por falta de ella. Habrá desaparecido la fuerza física; decaerán las
facultades mentales. Se darán cuenta de que han perdido algo, pero
no sabrán lo que es. Su tiempo de necesidad habrá llegado, pero
sus recursos físicos estarán agotados. Todo aquel que viola las leyes
de la salud, deberá algún día sufrir en mayor o menor grado. Dios
nos ha dotado de fuerza corporal, necesaria en diferentes períodos
de nuestra vida. Si imprudentemente agotamos esta fuerza por el
ajetreo constante, seremos perdedores algún día. Nuestra eficiencia
se menoscabará, si acaso nuestra vida misma no se destruye.
Como regla, el trabajo del día no debiera prolongarse por la
noche. Si se aprovechan bien las horas del día, todo el trabajo conti-
nuado hasta la noche es extra y el recargado organismo se resentirá
a causa de la carga que se le impone. Me fué mostrado que los que
así proceden, a menudo pierden más de lo que ganan, por cuan-
to sus energías están agotadas y trabajan con nerviosidad. Puede
ocurrir que no se den cuenta de ningún daño inmediato; pero están
infaliblemente socavando su organismo.