Página 185 - La Educaci

Basic HTML Version

La cooperación entre el hogar y la escuela
181
Dios, se sentirá enternecido y subyugado por el pensamiento de
sus propios defectos. Comprenderá algo de lo que significan las
palabras: “A vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y
enemigos de ánimo en malas obras, ahora empero os ha reconciliado
en el cuerpo de su carne por medio de muerte, para haceros santos y
sin mancha, e irreprensibles delante de él”.
Colosenses 1:21, 22
.
A veces hay en la escuela un elemento desordenado que hace
muy difícil el trabajo. Los niños que no han recibido la debida edu-
cación causan mucha dificultad, y su perversidad causa tristeza al
corazón del maestro. Pero él no debe desalentarse. Las pruebas im-
parten experiencia. Si los niños son desobedientes e indisciplinados,
tan o más necesario es el esfuerzo arduo. El hecho de que haya
alumnos de tal carácter, es una de las razones por las cuales deben
establecerse escuelas de iglesia. Los niños cuyos padres no los han
educado y disciplinado, deben ser salvados si es posible.
Tanto en la escuela como en el hogar debe haber sabia disciplina.
El maestro debe hacer reglas para guiar la conducta de sus alumnos.
Estas reglas deben ser pocas y bien estudiadas, y una vez hechas,
hay que hacerlas cumplir. Deben presentarse al alumno todos los
principios que éstas entrañan para que se convenza de su justicia.
Así sentirá la responsabilidad de cuidar de que se acaten las reglas
que él mismo ayudó a formular.
Los padres han de fortalecer las manos
No se debe dejar que el maestro lleve solo la carga de su trabajo.
El necesita la simpatía, la bondad, la cooperación y el amor de todo
[196]
miembro de la iglesia. Los padres deben animarlo demostrando
que aprecian sus esfuerzos. Nunca deben decir o hacer algo que
estimule la insubordinación en sus hijos. Pero sé que muchos padres
no cooperan con el maestro. No fomentan en su casa la buena
influencia ejercida en la escuela. En vez de cumplir en el hogar
los principios de la obediencia enseñada en el aula, les permiten a
sus hijos hacer lo que quieren, e ir sin ninguna restricción aquí y
allá. Y si el maestro ejerce su autoridad para exigir obediencia, los
niños llevan a sus padres un relato exagerado y distorsionado de
la manera en que han sido tratados. El maestro puede haber hecho
tan sólo lo que era su penoso deber, pero los padres simpatizan con