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La Educación Cristiana
que ellas, al parecer, no comprenden. Cada órgano del cuerpo ha
sido hecho para estar subordinado a la mente. Es ella la capital del
cuerpo. A los niños se les permite generalmente consumir carne,
especias, manteca, queso, carne de cerdo, pasteles y condimentos.
Se les deja comer sin regularidad y entre las comidas alimentos
malsanos. Estas cosas producen trastornos del estómago, activan la
acción de los nervios en forma antinatural y debilitan el intelecto.
Los padres no se dan cuenta de que están sembrando la semilla que
producirá enfermedad y muerte.
Muchos niños se han arruinado para toda la vida por forzar
la inteligencia descuidando la vigorización de sus fuerzas físicas.
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Otros tantos han muerto en la infancia, debido al proceder falto de
juicio de padres y maestros al forzar sus jóvenes inteligencias con
adulaciones o amenazas cuando eran demasiado pequeños para estar
encerrados en una escuela. Se les recargó la mente de lecciones
cuando, en vez de hacerlos estudiar, se les debería haber dejado
hasta que su constitución física fuese bastante fuerte como para
resistir el trabajo mental. A los niñitos se les debiera dejar tan libres
como los corderitos para correr al raso, ser libres y felices; y debiera
proporcionárseles las oportunidades más favorables para poner los
cimientos de una constitución sana.
Los padres deberían ser los únicos maestros de sus hijos hasta
que éstos hayan llegado a la edad de ocho o diez años. Tan pronto
como sus inteligencias puedan comprenderlo, los padres deberían
abrir ante ellos el gran libro divino de la naturaleza. La madre
debería tener menos apego a lo artificial de su casa y a la confección
de vestidos que ostentar, y hallar tiempo para cultivar, lo mismo en
ella que en sus hijos, el amor por los hermosos pimpollos y las flores.
Llamando la atención de sus hijitos a tanta diversidad de colores y
variedad de formas, puede familiarizarlos con Dios, que creó todas
las bellezas que los atraen y deleitan. Puede elevar sus inteligencias
hasta su Creador y despertar en sus tiernos corazones el amor hacia
su Padre celestial, que manifestó tan grande amor hacia ellos. Los
padres pueden asociar a Dios con todas sus obras creadas. La sola
aula de los niños desde los ocho a los diez años de edad debería ser
el aire libre, entre el florecer de las plantas y el hermoso panorama
de la naturaleza. Y los tesoros de la naturaleza deberían ser su único
libro de texto. Estas lecciones, grabadas en las mentes de tiernos