Página 232 - La Educaci

Basic HTML Version

228
La Educación Cristiana
dar a su Hijo Unigénito en bien de una raza caída. ¿A qué se debe
que muchos estén satisfechos con beber en los turbios arroyuelos que
corren por los lóbregos valles cuando podrían refrescar su alma en
las corrientes vivas de las montañas? Pregunta el profeta: “¿Faltará
la nieve del Líbano de la piedra del campo? ¿faltarán las aguas frías
que corren de lejanas tierras?” Y Jehová responde: “Mi pueblo me
ha olvidado, incensando a la vanidad, y hácenles tropezar en sus
caminos, en las sendas antiguas, para que caminen por sendas, por
camino no hollado”.
Es un hecho lamentable que hombres a quienes se les habían
confiado espléndidas cualidades para ser empleadas en el servicio de
Dios, prostituyeran sus facultades en el servicio del mal y pusieran
sus talentos a los pies del enemigo. Se sometieron en la más servil
esclavitud al príncipe del mal, al paso que rechazaron el servicio de
[248]
Cristo considerándolo humillante y no deseable. Tuvieron la tarea
del seguidor de Cristo por algo inferior a sus ambiciones, que hacía
necesario un descenso de su grandeza, una especie de esclavitud que
aherrojaría sus facultades y estrecharía el círculo de su influencia.
Aquel que había hecho un sacrificio infinito para que ellos pudiesen
quedar libres de la servidumbre del mal fué puesto a un lado como
indigno de sus mejores esfuerzos y más exaltado servicio.
Estos hombres habían recibido sus talentos de Dios y cada gema
de pensamiento por la cual fueron estimados dignos de la atención
de sabios y pensadores no les pertenece a ellos sino al Dios de
toda sabiduría a quien no reconocieron. Mediante la tradición y la
educación falsa, estos hombres son exaltados como los educadores
del mundo; pero, al acudir a ellos, los estudiantes se hallan en peligro
de aceptar lo vil juntamente con lo precioso; pues la superstición,
el raciocinio engañoso y el error están mezclados con porciones de
verdadera filosofía e instrucción. Esta mezcla constituye una poción
venenosa para el alma, vale decir, que destruye la fe en el Dios de
toda verdad. Los que están sedientos de saber no tienen por qué ir
a esas fuentes contaminadas, por cuanto están invitados a acudir a
la fuente de vida y beber gratuitamente. Escudriñando la Palabra
de Dios, pueden encontrar el tesoro escondido de la verdad que por
largo tiempo ha estado sepultada debajo de los escombros del error,
de la tradición humana y de las opiniones de los hombres.