Página 25 - La Educaci

Basic HTML Version

La educación apropiada
21
Los patriarcas desde Adán hasta Noé, con pocas excepciones,
vivieron aproximadamente mil años. Desde los días de Noé, la lon-
gevidad ha venido disminuyendo. En los días de Cristo se llevaban
a él de toda ciudad, población y aldea, enfermos de toda clase de
males para que él los sanara. Y la enfermedad se ha mantenido inva-
riablemente en aumento a través de generaciones sucesivas desde
aquel período. Debido a la continuada violación de las leyes de la
vida, la mortalidad ha aumentado hasta un grado alarmante. Los
años del hombre se han acortado al punto de que la presente genera-
ción baja a la tumba aun antes de la edad en que las generaciones
que vivieron durante los dos primeros milenios que siguieron a la
creación entraran en la escena de sus actividades.
La enfermedad ha sido transmitida de padres a hijos de una
generación a otra. Niños de cuna están miserablemente perjudicados
a causa de los pecados que cometieron sus padres, en detrimento
de su vitalidad. Han recibido en herencia hábitos incorrectos en
el comer y vestir y una vida en general relajada. Muchos nacen
dementes, deformes, ciegos, sordos y un sinnúmero son deficientes
intelectualmente. La ausencia de principios que caracteriza a esta
generación, y que se manifiesta en su desprecio de las leyes de la
vida y la salud, es asombrosa. Prevalece la ignorancia sobre este
asunto, cuando la luz está brillando alrededor. La principal ansiedad
de los más es: ¿Qué comeré? ¿qué beberé? y ¿con qué me vestiré?
No obstante todo lo que se ha dicho y escrito respecto de cómo
debiera tratarse nuestro cuerpo, el apetito es la gran ley que gobierna
a hombres y mujeres, por regla general.
Las facultades morales se debilitan porque los hombres y las
mujeres no desean vivir en obediencia a las leyes de la salud y hacer
de este importante asunto un deber personal. Los padres transmiten
[19]
a su posteridad sus propios hábitos pervertidos y las repugnantes
enfermedades que corrompen la sangre y enervan el cerebro. La
mayoría de las personas vive en ignorancia de las leyes de su propio
ser y satisface el apetito y la pasión a expensas de su inteligencia
y moralidad; y, al parecer, desean permanecer ignorantes de los
resultados de su violación de las leyes naturales. Complacen el
apetito depravado haciendo uso de venenos de acción lenta, los
cuales corrompen la sangre y minan las fuerzas nerviosas, y en
consecuencia atraen sobre sí mismos las enfermedades y la muerte.