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La Educación Cristiana
sabéis que sois templo de Dios? ... Si alguno violare el templo de
Dios, Dios destruirá al tal”.
1 Corintios 3:16, 17
.
En todos respectos debemos vestir conforme a la higiene. “Sobre
todas las cosas”, Dios quiere que tengamos salud tanto del cuerpo
como del alma. Debemos colaborar con Dios para asegurar esa salud.
En ambos sentidos nos beneficia la ropa saludable.
Esta debe tener la donosura, belleza y la idoneidad de la senci-
llez. Cristo nos previno contra el orgullo de la vida, pero no contra
su gracia y belleza natural. Dirige nuestra atención a las flores del
campo, a los lirios de tan significativa pureza, y dice: “Ni aun Salo-
món con toda su gloria fué vestido así como uno de ellos”.
Mateo
6:29
. Por medio de las cosas de la naturaleza, Cristo nos enseña cuál
es la belleza que el cielo aprecia, la gracia modesta, la sencillez, la
pureza, la corrección que harán nuestro atavío agradable a Dios.
El vestido más hermoso es el que nos manda llevar como adorno
del alma. No hay atavío exterior que pueda compararse en valor y en
belleza con aquel “espíritu agradable y pacífico” que en su opinión
es de “grande estima”.
1 Pedro 3:4
.
Efectos físicos del vestido inadecuado
El enemigo de todo lo bueno fué quien instigó el invento de mo-
das veleidosas. No desea otra cosa que causar perjuicio y deshonra a
Dios al labrar la ruina y la miseria de los seres humanos. Uno de los
medios más eficaces para lograr esto lo constituyen los ardides de la
moda, que debilitan el cuerpo y la mente y empequeñecen el alma.
Las mujeres están sujetas a graves enfermedades, y sus dolencias
empeoran en gran manera por el modo de vestirse. En vez de con-
servar su salud para las contingencias que seguramente han de venir,
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sacrifican demasiado a menudo con sus malos hábitos no sólo la
salud, sino la vida y dejan a sus hijos una herencia de infortunio, en
una constitución arruinada, hábitos pervertidos y falsas ideas acerca
de la vida.
Uno de los disparates más dispendiosos y perjudiciales de la
moda es la falda que barre el suelo, por lo sucia, incómoda, incon-
veniente y malsana. Todo esto y más aún se puede decir de la falda
rastrera. Es costosa, no sólo por el género superfluo que entra en su
confección, sino porque se desgasta innecesariamente por ser tan