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La Educación Cristiana
derrochar el tiempo, prosperarán en el mejoramiento de sus hogares
y en el cultivo de su tierra.
El esfuerzo físico y el poder moral han de unirse a nuestra obra
de regenerar y reformar. Hemos de tratar de obtener conocimiento
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tanto temporal como espiritual para que podamos impartirlo a otros.
Hemos de tratar de vivir el Evangelio en todos sus aspectos, a fin
de que sus bendiciones temporales y espirituales puedan sentirse en
todo nuestro alrededor.
El trabajo misionero es la más alta disciplina
Con toda seguridad, el Señor bendecirá a todo aquel que trate
de bendecir a otros. La escuela ha de ser dirigida de tal modo que
los maestros y alumnos progresen constantemente en poder, en
virtud del fiel empleo de los talentos que se les han concedido.
Dando una aplicación práctica a lo que han aprendido, crecerán
constantemente en sabiduría y conocimiento. Hemos de aprender
del Libro de los libros los principios según los cuales vivir y trabajar.
Al consagrar todas las aptitudes que Dios nos ha dado a Aquel que
tiene el principal derecho a ellas, haríamos valiosos progresos en
todo aquello que merezca nuestra atención.
Cuando se emprende con este espíritu, la obra misionera llega a
ser dignificante y elevadora tanto para el obrero como para la persona
favorecida. Que cada uno de los que invocan el derecho de ser hijos
del Rey celestial, procure constantemente representar los principios
del reino de Dios. Recuerde cada uno que en espíritu, palabra y
hechos ha de ser leal y fiel a todos los preceptos y mandamientos
del Señor. Hemos de ser súbditos del reino de Cristo, fieles y dignos
de confianza, para representar debidamente ante los mundanamente
sabios las riquezas, la bondad, la misericordia, la ternura y la cortesía
de los ciudadanos del reino de Dios.
Los alumnos que sacarán más provecho de la vida serán aquellos
que vivan la Palabra de Dios en sus relaciones y proceder para
con sus semejantes. Aquellos que reciban para dar, experimentarán
la mayor satisfacción en esta vida. Los miembros de la familia
humana que viven para sí mismos siempre están necesitados, pues
jamás se hallan satisfechos. No hay cristianismo en eso de encerrar
completamente nuestras simpatías en nuestros propios corazones
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