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La Educación Cristiana
Se requiere vigoroso nervio espiritual para introducir la religión
en el taller, la oficina, santificando los detalles de la vida diaria, y
ordenando toda transacción de acuerdo con la norma de la Palabra
de Dios. Pero esto es lo que el Señor requiere.
El apóstol Pablo consideraba la ociosidad como un pecado.
Aprendió el oficio de hacer tiendas en todos sus detalles, impor-
tantes o insignificantes, y durante su ministerio trabajaba a menudo
en ese oficio para mantenerse a sí mismo y a los demás. Pablo no
consideraba como tiempo perdido el que pasaba así. Mientras tra-
bajaba, el apóstol tenía acceso a una clase de personas a quienes no
podría haber alcanzado de otra manera. Mostraba a sus asociados
que la habilidad en las artes comunes es un don de Dios. Enseñaba
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que aun en el trabajo de cada día se ha de honrar a Dios. Sus manos
encallecidas por el trabajo no restaban fuerza a sus llamamientos
patéticos como ministro cristiano.
Dios quiere que todos trabajen. La atareada bestia de carga res-
ponde mejor a los propósitos de su creación que el hombre indolente.
Dios trabaja constantemente. Los ángeles trabajan; son ministros
de Dios para los hijos de los hombres. Los que esperan un cielo de
inactividad quedarán chasqueados; porque en la economía del cielo
no hay lugar para la satisfacción de la indolencia. Pero se promete
descanso a los cansados y cargados. El siervo fiel es el que recibirá
la bienvenida al pasar de sus labores al gozo de su Señor. Depondrá
su armadura con regocijo, y olvidará el fragor de la batalla en el
glorioso descanso preparado para los que venzan por la cruz del
Calvario.
* * * * *
Por todos lados hay padres que están descuidando el instruir y
preparar a sus hijos para el trabajo útil. Se permite a los jóvenes que
se críen en la ignorancia de los deberes sencillos y necesarios. Los
que han tenido este infortunio, deben despertar y asumir la carga del
asunto ellos mismos. Si alguna vez esperan tener éxito en la vida,
deben hallar incentivos para emplear útilmente las facultades que
Dios les ha dado.—
Consejos para los Maestros Padres y Alumnos,
261-267
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