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La Educación Cristiana
pero la maldición de la ociosidad se halla sobre muchos que están
en posesión del dinero de Dios, y todo ello debido al falso concepto
de que el dinero acrecienta la valía moral de los hombres. El trabajo
es para los seres humanos lo que ellos hacen de él. El sumirse en
constante faena y buscar alivio momentáneo en la bebida y en las
diversiones excitantes, hará a los hombres poco mejores que las
bestias.
Necesitamos en este país colegios para educar a niños y jóvenes,
a fin de que sean
amos
del trabajo y no
esclavos
de él. La ignorancia
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y la ociosidad no elevarán a ningún miembro de la familia humana.
La ignorancia no aliviará la suerte del que trabaja duramente. Repare
el trabajador en el beneficio que puede obtener en la ocupación más
humilde haciendo uso de la capacidad que Dios le ha dado como un
don. De este modo puede llegar a ser un educador que enseñe a otros
el arte de trabajar inteligentemente. Puede comprender lo que quiere
decir amar a Dios con el corazón, el alma, la mente y la fuerza. Las
facultades físicas han de ponerse al servicio como resultado del amor
hacia Dios. El Señor quiere la fuerza física; vosotros podéis revelar
vuestro amor hacia él por el empleo debido de vuestras facultades
físicas, haciendo precisamente el trabajo que es menester hacer.
No hay acepción de personas para con Dios. Cuando se construyó
el tabernáculo en el desierto para el servicio de Dios, el trabajo
se hizo bajo la dirección divina. Dios fué el diseñador; los obreros
fueron enseñados por él y pusieron en la obra corazón, alma y fuerza.
Había trabajo penoso que hacer y el vigoroso artesano esforzaba sus
músculos y nervios, manifestando su amor hacia Dios en la tarea
hecha para su honra.
Hay en el mundo una gran cantidad de trabajo penoso y abruma-
dor que hacer, y aquel que trabaja sin poner en acción las facultades
de la mente, del corazón y del alma, dadas por Dios, y emplea sólo la
fuerza física, hace del trabajo una fatigosa carga. Hay hombres con
mente, corazón y alma que consideran el trabajo como una actividad
baja y tediosa y se entregan a él con resignada ignorancia, haciendo
las cosas sin ganas, sin esforzar las aptitudes mentales para hacer
mejor el trabajo.
Hay ciencia en las ocupaciones más humildes, y si todos lo con-
sideraran así, verían nobleza en el trabajo. El corazón y el alma han
de ponerse en cualquier clase de trabajo; entonces habrá alegría y efi-