Página 313 - La Educaci

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Trabajo y educación
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plazos. Se debe luego desmontar el terreno para la labranza y hay
que tomar más dinero prestado; la edificación de una casa en que
vivir demanda más dinero aún y después el interés, abierta su boca,
se traga todas las utilidades. Se acumulan las deudas, luego viene
el cierre y la quiebra de los bancos, y la consiguiente pérdida de
los bienes hipotecados. Miles han sido expulsados de sus empleos;
familias hay que pierden todo lo que poseen; solicitan préstamos una
vez y otra y al fin abandonan su propiedad y salen sin un centavo.
Mucho dinero y arduo trabajo se han dedicado a la compra de cha-
cras a plazos, o heredadas con un gravamen. Los ocupantes vivieron
con la esperanza de llegar a ser los verdaderos propietarios, lo que
habría podido realizarse a no ser por las quiebras de los bancos por
todo el país.
El caso de un hombre que tenga su propiedad libre de gravamen
es una dichosa excepción a la regla. Los comerciantes quiebran y las
familias sufren por falta de alimento y de vestido. Ningún trabajo
se presenta de suyo; pero los días de fiesta son muchísimos y sus
diversiones se buscan con avidez. Todo el que pueda hacerlo gastará
sus centavos y sus pesos ganados a duras penas en el disfrute de un
placer, en bebida fuerte o en alguna otra satisfacción. Los periódicos
que informan acerca de la pobreza de la gente tienen avisos per-
manentes de carreras de caballos y de los premios presentados por
diferentes clases de deportes excitantes. Las salas de espectáculos,
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los teatros y toda esa clase de diversiones desmoralizadoras, están
sustrayendo el dinero del país y la pobreza aumenta constantemente.
Hombres pobres invierten su último centavo en una jugada de lotería
con la esperanza de sacar un premio y tienen luego que mendigar el
alimento necesario para sostener la vida o si no andar hambrientos.
Muchos mueren a causa del hambre y otros tantos ponen fin a su
existencia. Pero no se termina con esto. Algunos os llevan a sus
plantíos de naranjas y limones y otras frutas y os dicen que el pro-
ducto no cubre el trabajo empleado en ellos. Resulta casi imposible
subvenir a las necesidades de la familia, por lo cual los padres deci-
den que sus hijos no serán agricultores; no tienen valor y esperanza
para enseñarles a labrar la tierra.
Lo que se necesita son colegios para educar y preparar a los
jóvenes de modo que sepan cómo vencer este estado de cosas. Ha de
haber enseñanza de las ciencias y de planes y métodos de trabajar la