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La Educación Cristiana
tierra. En la tierra hay esperanza; pero han de aplicarse el cerebro,
el corazón y la fuerza al trabajo de cultivarla. El dinero dedicado a
las carreras de caballos, al teatro, al juego y a la lotería; el gastado
en las tabernas en cerveza y bebidas alcohólicas, inviértase en hacer
productiva la tierra y veremos un estado de cosas diferente.
Este país necesita agricultores educados. El Señor da la lluvia
copiosa y la luz benéfica del sol. Da a los hombres todas sus faculta-
des; por lo tanto, consagren ellos corazón, mente y fuerza a hacer
su voluntad en obediencia a sus mandamientos. Despréndanse de
todo hábito pernicioso; no gasten jamás un centavo en cerveza u otro
licor cualquiera, ni tampoco en tabaco; no tengan nada que ver con
las carreras de caballos o deportes similares y encomiéndense luego
a Dios trabajando con toda su fuerza física, y su trabajo no será en
vano. El Dios que hizo el mundo para beneficio del hombre proveerá
de la tierra recursos para sostener al obrero diligente. La semilla
colocada en el suelo perfectamente preparado rendirá su cosecha.
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Dios puede tender mesa en el desierto para su pueblo.
Hay que aprender los diversos oficios y ocupaciones, los cuales
ponen en acción una gran variedad de aptitudes mentales y corpo-
rales. Las ocupaciones que exigen una vida sedentaria son las más
peligrosas, por cuanto apartan a los hombres del aire libre y de la
luz solar y disciplinan cierto número de facultades, en tanto que
otros órganos se debilitan a causa de la inacción. Hay hombres que
fomentan su trabajo, perfeccionan sus negocios y pronto bajan al se-
pulcro. Mucho más favorable es la condición de uno cuya ocupación
lo mantiene al aire libre, donde ejercita los músculos, y, mientras el
cerebro está igualmente obligado a trabajar, todos los órganos tienen
el privilegio de hacer lo mismo. Nuevas escenas se les revelan de
continuo a aquellos que pueden vivir fuera de las ciudades y tra-
bajar al aire libre contemplando las obras del gran Artista maestro.
Mientras hacen del libro de la naturaleza su objeto de estudio, obra
en ellos una influencia que enternece y subyuga, porque reconocen
que el cuidado de Dios está sobre todo, desde el glorioso sol de los
cielos hasta el pequeño gorrión o el diminuto insecto que tenga vida.
La Majestad del cielo nos ha indicado estas cosas de la creación
de Dios como una evidencia de su amor. El que formó las flores
ha dicho: “Reparad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan
ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria fué