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Trabajo y educación
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vestido así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es,
y mañana es echada en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho
más a vosotros, hombres de poca fe?” El Señor es nuestro maestro,
y enseñados por él podremos aprender las más preciosas lecciones
provenientes de la naturaleza.
El mundo está bajo la maldición del pecado; sin embargo, es
hermosísimo aun en su decadencia. Si no estuviera manchado por
los actos inicuos y corruptos de los hombres que andan sobre la
tierra, podríamos, con la bendición de Dios, gozar de nuestro mundo
así como es. Pero la ignorancia, el amor a los placeres y los há-
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bitos pecaminosos que corrompen el alma, el cuerpo y el espíritu,
llenan al mundo de lepra moral; un mortífero ambiente moral está
destruyendo a millares. ¿Qué ha de hacerse para salvar a nuestros
jóvenes?
Nosotros
podemos hacer poco, pero
Dios
vive y reina y él
puede hacer mucho. Los jóvenes son nuestra esperanza para la obra
misionera.
Debieran establecerse colegios donde la naturaleza ofrezca más
atractivos que deleiten los sentidos y den variedad al paisaje. Al
par que evitamos lo falso y artificial, descartando las carreras de
caballos, el juego de naipes, las loterías, las disputas de premios, el
beber licor y usar tabaco, debemos proporcionar fuentes de placer
puras, nobles y elevadoras. Debiéramos escoger para nuestro colegio
un sitio apartado de las ciudades, donde los ojos no tengan que
descansar constantemente sobre las moradas de los hombres sino
sobre las obras de Dios; donde los alumnos encuentren lugares que
les interese visitar, más bien que lo que la ciudad ofrece. Colóquese
a nuestros estudiantes donde la naturaleza hable a los sentidos y en
su voz puedan oír la voz de Dios. Estén donde puedan mirar sus
obras maravillosas y a través de la naturaleza contemplar al Creador
de ella.
Los jóvenes de este país necesitan más ferviente labor espiritual
que los de cualquier otro que hayamos visitado. Las tentaciones
son fuertes y muchas, y las continuas festividades y los hábitos
de ociosidad son muy desfavorables para ellos. Al ocioso, Satanás
lo hace partícipe y colaborador de sus tretas, y el Señor Jesús no
habita en su corazón por la fe. No se enseña a los niños y jóvenes
a reconocer que la influencia que ejercen es o buena o mala. Se
les debiera hacer ver constantemente lo mucho que pueden llevar