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La preparación manual
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La Biblia dice de Jesús: “Y el niño crecía, y se iba fortaleciendo
en espíritu, llenándose de sabiduría: y la gracia de Dios era sobre él”.
A medida que trabajaba, durante su infancia y juventud, su mente y
su cuerpo se desarrollaban. No empleó sin miramiento sus fuerzas
físicas, sino que les proporcionó una clase de ejercicio tal como para
mantenerlas en buen estado, a fin de poder hacer el trabajo mejor en
cualquier dirección. No quería ser defectuoso ni aun en el manejo de
las herramientas. Era perfecto como obrero y era perfecto en cuanto
al carácter. Por precepto y ejemplo, Cristo ha dignificado el trabajo
útil.
El tiempo pasado en ejercicio físico no es perdido. El estudiante
que tiene constantemente los ojos sobre los libros y hace poco ejerci-
cio al aire libre, se perjudica a sí mismo. Un ejercicio proporcionado
de todos los órganos y facultades del cuerpo es esencial para el
mejor trabajo de cada uno. Cuando el cerebro está constantemente
recargado, en tanto que los demás órganos de la maquinaria viviente
se hallan inactivos, hay una pérdida de fuerza física y mental. El
sistema físico es despojado de su saludable tono, la mente pierde su
frescura y vigor, y una excitabilidad morbosa es la consecuencia.
El beneficio mayor no se obtiene del ejercicio hecho a guisa
de juego o de ejercicio simplemente. Hay cierto beneficio que se
deriva de estar al aire puro y también del ejercicio de los músculos;
pero conságrese la misma cantidad de energía al cumplimiento de
deberes provechosos y el beneficio será mayor y se experimentará
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un sentimiento de satisfacción; pues un ejercicio de esa naturaleza
lleva consigo la sensación de lo beneficioso y la aprobación de la
conciencia por el deber bien cumplido.
En los niños y los jóvenes se debe despertar la ambición de hacer
ejercicio ejecutando algo que sea beneficioso para sí mismos y de
ayuda para otros. El ejercicio que desarrolla la mente y el carácter,
que enseña las manos a ser útiles y prepara a los jóvenes para llevar
lo que les toca de las cargas de la vida, es el que proporciona fuerza
corporal y aviva cada facultad. Y hay recompensa en la laboriosidad
virtuosa y en el cultivo del hábito de vivir para hacer bien.
No se debiera privar a los niños de los ricos de la gran bendición
de tener algo que hacer para aumentar así el vigor del cerebro y de los
músculos. El trabajo no es una maldición sino una bendición. Dios
dió a los inmaculados Adán y Eva un hermoso jardín que cuidar. Era