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La Educación Cristiana
un trabajo agradable, y nada sino trabajo agradable es lo que habría
entrado en nuestro mundo si la primera pareja no hubiera violado
los mandamientos de Dios. La ociosidad apática y la complacencia
egoísta producen inválidos; sólo pueden hacer de la vida una cosa
vacía y estéril en todo sentido. Dios no ha dado la razón a los seres
humanos ni coronado sus vidas con su benevolencia para que sean
maldecidos por los resultados inevitables de la ociosidad. Los ricos
no han de ser privados del privilegio y la bendición de tener un lugar
entre los trabajadores de este mundo. Debieran darse cuenta de que
son responsables del uso que hagan de las posesiones que se les ha
confiado; de que han de emplear sabiamente su fuerza, su tiempo y
su dinero, y no para alcanzar fines egoístas.
La religión cristiana es práctica. Ella no inhabilita a uno para
el fiel cumplimiento de cualquiera de los deberes importantes de la
vida. Cuando el doctor de la ley preguntó a Jesús: “¿Haciendo qué
cosa poseeré la vida eterna?” Jesús devolvió la pregunta para que la
contestase el mismo doctor de la ley, diciendo: “¿Qué está escrito
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en la ley? ¿cómo lees? Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu
Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y
de todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús le
dijo: “Bien has respondido: haz esto, y vivirás”.
Lucas 10:25-28
. Lo
que se bosqueja aquí no es una religión de inacción sino una religión
que requiere el empleo enérgico de todas las facultades mentales y
físicas.
El ensueño indolente, la contemplación ociosa, no es religión.
Dios demanda de nosotros que apreciemos los dones diversos que
poseemos y los multipliquemos mediante uso constante y práctico.
Su pueblo ha de ser modelo de corrección en todas las relaciones de
la vida. A cada uno de nosotros nos ha dado una obra que hacer de
acuerdo con nuestra capacidad, y es nuestro privilegio gozar de su
bendición mientras consagramos el vigor del cuerpo y de la mente a
su fiel ejecución, teniendo en vista la gloria de su nombre.
La aprobación de Dios descansa con apacible confianza sobre los
niños que toman parte alegremente en las obligaciones de la vida do-
méstica, compartiendo las cargas del padre y de la madre. Ellos serán
recompensados con salud corporal y paz mental, y experimentarán
el gozo de ver que sus padres disfrutan su porción de sociabilidad y
sana recreación, prolongando sus vidas de esta manera. Los niños