Página 34 - La Educaci

Basic HTML Version

30
La Educación Cristiana
Las niñas con frecuencia se entregan al estudio, descuidando
cosas más esenciales para la vida práctica que el estudio de los
libros, y después de haber logrado su educación quedan a menudo
inválidas para toda la vida. Descuidaron su salud, permaneciendo
demasiado tiempo encerradas, privadas del aire puro del cielo y de
la luz solar que Dios nos concede. Podrían haber vuelto del colegio
con salud, si hubiesen combinado con sus estudios los quehaceres
domésticos y el ejercicio al aire libre.
La salud es un gran tesoro, la mayor posesión que puedan tener
los mortales. La riqueza, el honor o el saber se habrán comprado
demasiado caros si han costado la salud. Ninguna de estas adquisi-
ciones puede asegurar la felicidad si el cuerpo está enfermo. Es un
terrible pecado abusar de la salud que Dios nos ha dado, pues ello
nos debilita para la vida y nos convierte en vencidos, aun cuando
logremos cualquier grado de educación.
[29]
En muchos casos, los padres acaudalados no ven la importan-
cia de dar a sus hijos una educación en los deberes prácticos de la
vida tanto como en la ciencia. No sienten la necesidad, para bien
de la inteligencia y moralidad de sus hijos y para su utilidad futura,
de darles un conocimiento cabal de algún trabajo útil. Pero tienen
esta obligación para con sus hijos, pues, si experimentaran reveses,
podrían sostenerse con noble independencia, sabiendo cómo hacer
uso de sus manos. Si tienen todo un capital de vigor, no pueden ser
pobres, aun cuando no posean un solo peso. Muchos que en la juven-
tud se hallaron en la opulencia, pueden quedar despojados de todas
sus riquezas y con padres, hermanos y hermanas que mantener. Por
lo tanto, ¡cuán importante es que a todo joven se le enseñe a trabajar,
a fin de que pueda estar preparado para cualquier emergencia! Las
riquezas son una verdadera maldición cuando sus poseedores cierran
con ellas a sus hijos e hijas el camino para obtener el conocimiento
de algún trabajo útil que los prepare para la vida práctica.
A menudo los que no están obligados a trabajar, no hacen sufi-
ciente ejercicio activo para conservar la salud física. Los jóvenes,
por no tener mente y manos ocupadas en trabajo activo, adquieren
hábitos de indolencia, y con frecuencia, lo que es más espantoso
aún: una educación callejera, el vicio de haraganear por los negocios,
fumar, beber y jugar a los naipes.