A los docentes y alumnos
            
            
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              soy limpio de la sangre de todos: porque no he rehuido de anun-
            
            
              ciaros todo el consejo de Dios. Por tanto mirad por vosotros, y por
            
            
              todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos
            
            
              [sobreveedores], para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó
            
            
              por su sangre”. “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros,
            
            
              teniendo cuidado de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no
            
            
              por ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto”.
            
            
              Los docentes que no tienen una experiencia religiosa progresiva,
            
            
              que no aprenden diariamente lecciones en la escuela de Cristo a fin
            
            
              de ser dechados de la grey, sino que aceptan su salario como cosa más
            
            
              importante, no son idóneos para el puesto solemne, terriblemente
            
            
              solemne, que ocupan. Según los pasajes citados, es propio de todos
            
            
              nuestros colegios establecidos como Dios se propuso que lo fueran,
            
            
              esto es, según el orden o ejemplo de las escuelas de los profetas,
            
            
              impartir la clase más elevada de conocimiento, el cual constituye
            
            
              [414]
            
            
              una representación de valiosos principios, y esto sin mezclar la
            
            
              escoria con la plata ni el vino con el agua. Las ideas falsas y las
            
            
              prácticas malsanas leudan lo puro y corrompen lo que siempre
            
            
              debiera conservarse en ese estado y ser mirado por el mundo, por
            
            
              los ángeles y por los hombres como instituciones del Señor, como
            
            
              colegios donde se haga primordial la enseñanza de amar y temer a
            
            
              Dios. “Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el sólo Dios
            
            
              verdadero, y a Jesucristo, al cual has enviado”. “Y no como teniendo
            
            
              señorío sobre las heredades del Señor, sino siendo dechados de la
            
            
              grey”.
            
            
              Que los docentes que profesan ser cristianos aprendan diaria-
            
            
              mente las lecciones de Cristo en la escuela de Cristo. “Llevad mi
            
            
              yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de
            
            
              corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Pregunto: ¿Lleva
            
            
              cada educador del colegio el yugo de Cristo o está fabricando sus
            
            
              propios yugos para ponerlos sobre el cuello de otros, yugos que ni
            
            
              ellos mismos llevarían—rígidos, severos, exigentes—y esto cuando
            
            
              ellos mismos se comportan negligentemente con Dios, ofendiéndolo
            
            
              diariamente en asuntos grandes y pequeños y evidenciando en las
            
            
              palabras, en el espíritu y en las acciones, que no son un ejemplo ade-
            
            
              cuado para los alumnos y que no sienten que están bajo la disciplina
            
            
              del más grande Maestro que el mundo haya conocido? Es necesario
            
            
              que haya una norma más elevada y más santa en el colegio de Battle