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La Educación Cristiana
Creek y en otros colegios que lo han imitado. Las costumbres y
prácticas del colegio de Battle Creek pasan a todas las iglesias y
las pulsaciones de dicho colegio se sienten por todo el cuerpo de
creyentes.
No forma parte del plan de Dios que se gasten miles de dólares
en ampliaciones y agregados en las instituciones de Battle Creek. Ya
hay por demás ahora. Tomad esos recursos sobrantes y estableced la
obra en regiones necesitadas de otros campos a fin de dar carácter
a la obra. He dicho la palabra de Dios en este respecto. Existen
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razones que muchos no ven y que no estoy en libertad de presentaros
ahora; pero os digo en el nombre del Señor que cometeréis un
error en añadir edificio a edificio, pues se están concentrando en
Battle Creek responsabilidades que son excesivas para un solo sitio.
Si estas responsabilidades se dividiesen y se colocasen en otras
localidades, sería muchísimo mejor que amontonar tanto en Battle
Creek, privando a otros campos desprovistos de las ventajas con que
Dios quisiera privilegiarlos.
Hay demasiados amos en el colegio que quieren gobernar sobre
la heredad del Señor. Se manifiesta demasiado poco del espíritu de
Cristo y demasiado del yo. Pero los que están bajo el mandato del
Espíritu de Dios, bajo el gobierno de Cristo, son ejemplos para el
rebaño, y cuando aparezca el Príncipe de los pastores recibirán la
corona inmarcesible de gloria.
“Igualmente, mancebos, sed sujetos a los ancianos; y todos su-
misos unos a otros, revestíos de humildad; porque Dios resiste a los
soberbios, y da gracia a los humildes”. Todo vuestro engreimiento
produce su resultado natural y os reviste de un carácter que Dios
no aprobará ni por un momento. “Sin mí—dice Cristo—nada po-
déis hacer”. Trabajad y enseñad, trabajad a la manera de Cristo, y
entonces no haréis el trabajo mediante vuestra débil capacidad sino
que tendréis la cooperación de lo divino combinado con la aptitud
humana conferida por Dios. “Echando sobre él todo vuestro cuidado,
puesto que él cuida de vosotros. Sed sobrios, sed vigilantes [no en
jugar al fútbol ni en aprender los juegos censurables que deberían
hacer sonrojar a todo cristiano con mortificación al reflexionar];
vuestro adversario el Diablo, como león rugiente, anda en derredor,
buscando a quien devorar”. Sí, está en vuestro patio de recreo miran-
do vuestras diversiones, cazando a cada alma a quien encuentra sin