Página 383 - La Educaci

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A los docentes y alumnos
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discernir con claridad. El oficio y la obra del Espíritu Santo no con-
sisten en que lo usen, como muchos suponen, sino en que el Espíritu
Santo los use a ellos, amoldando, adaptando y santificando toda fa-
cultad. Entregar las facultades a prácticas concupiscentes, trastorna
el cerebro y la fuerza nerviosa y quienes lo hagan, aunque profesen
la religión, no son y de ningún modo serán agentes que Dios pueda
usar; porque él desprecia las prácticas impuras, las cuales destruyen
la energía nerviosa vital. Este pecado de impureza merma el vigor
físico y las capacidades mentales, de modo que cualquier esfuerzo
mental se volverá tedioso al poco tiempo. La memoria se vuelve
vacilante y ¡oh, qué detestable ofrenda se presenta delante de Dios!
De manera que cuando contemplo las escenas que se me han
presentado; cuando considero los colegios establecidos en diferentes
lugares, y los veo quedar muchísimo más abajo de toda semejanza
con las escuelas de los profetas, mi angustia sobrepuja todo cálculo.
El ejercicio físico fué señalado por el Dios de la sabiduría. Debieran
dedicarse algunas horas todos los días a la educación útil en ramos
de trabajo que ayuden a los estudiantes a aprender los deberes de
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la vida práctica, esenciales para todos nuestros jóvenes. Pero esto
se ha eliminado, y se han introducido diversiones que simplemente
proporcionan ejercicio sin que haya ninguna bendición especial por
la práctica de acciones buenas y justas, que es lo que constituye la
educación y preparación esenciales.
Cada uno de los alumnos necesita la más perfecta educación
acerca de las obligaciones prácticas. El tiempo empleado en ejercicio
físico, el cual, paso a paso, conduce al exceso y a la ansiedad—en
los juegos y en el ejercicio de las facultades—, debiera emplearse en
las filas de Cristo, con lo que se lograría la bendición de Dios. Todos
debieran salir de nuestros colegios con perfeccionada eficiencia, de
modo que cuando se vean librados a sus propios recursos posean un
conocimiento de que puedan hacer uso y que sea esencial para la
vida práctica. El idear formas de emplear activamente las facultades
conferidas por Dios para no efectuar nada bueno, nada que podáis
llevar con vosotros a la vida futura, como el recuerdo de acciones
buenas y misericordiosas, está registrado en el libro del cielo así:
“Pesado en la balanza y hallado falto”.
El estudio diligente es esencial, como también el arduo trabajo
diligente. El juego no es esencial. Entre los alumnos, la influen-