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La Educación Cristiana
A éstos los odia con un odio mortal. Sabe que puede contristar a
Jesús con sujetarlos al poder de sus engaños, con hacerles daño, con
debilitar su fe, con incapacitarlos para servir a Dios como se les exige
hacerlo bajo su Capitán Jesucristo. Satanás consiente en que gocen
de cierta medida de tranquilidad los que están atados a su carro
como esclavos pues son sus cautivos voluntarios; pero se despierta
su enemistad cuando los alcanza el mensaje de misericordia, y ellos
procuran zafarse de su poder a fin de seguir al verdadero Pastor.
Es entonces cuando trata de atarlos con cadenas adicionales para
mantenerlos en su cautiverio. El conflicto entre el alma y Satanás
comienza cuando el cautivo empieza a forcejear en la cadena y
suspira por verse libre; pues el agente humano principia a cooperar
con las inteligencias celestiales cuando la fe se aferra de Cristo. Es
entonces cuando el Poderoso sobre todos los guerreros llega a ser el
auxiliador del alma y el pobre cautivo es fortalecido por el Espíritu
Santo para conseguir su libertad.
Dios tiene un profundo y ardiente amor por cada miembro de la
familia humana; nadie es olvidado ni dejado sin amparo y engañado
de modo que el enemigo lo venza. Y si aquellos que se han alistado
en el ejército de Cristo quieren vestirse de toda armadura de Dios y
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hacer uso de ella, estarán a cubierto de todos los asaltos del enemigo.
Los que en realidad desean ser enseñados por Dios y andar en sus
caminos, tienen la segura promesa de que si sienten su falta de
sabiduría y la piden a Dios, él se la dará abundantemente y no les
zaherirá por ello. El apóstol dice: “Pero pida en fe, no dudando nada:
porque el que duda es semejante a la onda de la mar, que es movida
del viento, y echada de una parte a otra. No piense pues el tal hombre
que recibirá ninguna cosa del Señor. El hombre de doblado ánimo es
inconstante en todos sus caminos”. Dios responde por cada promesa
y con nada podemos deshonrarle más que con dudar y vacilar, con
pedir y no creer, y más tarde con dar expresión a la duda. Si no
recibís inmediatamente lo que pedís, ¿habéis de andar enfadados y
de ser incrédulos? Creed, creed que Dios hará lo que ha prometido.
Sigan ascendiendo vuestras oraciones y velad, trabajad y esperad.
Pelead la buena batalla de la fe. Decid a vuestro corazón: “Dios me
ha invitado a venir a él. Ha oído mi oración. Ha empeñado su palabra
prometiendo recibirme y él cumplirá su promesa. Puedo confiar en
Dios, porque de tal manera me amó que dió a su Hijo unigénito