Página 39 - La Educaci

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La educación apropiada
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religiosa fueron muy limitadas. Se hallan en peligro, al mezclarse
con compañías de esta clase y respirar una atmósfera que no es
elevadora, sino que por el contrario tiende a rebajar y degradar la
moralidad, de descender al mismo nivel que sus compañeros. Di-
vertirse en las horas libres constituye la delicia de un sinnúmero de
estudiantes. Y muchísimos de los que dejan el hogar inocentes y
puros, se corrompen por influencia de sus compañeros de escuela.
Me he sentido movida a preguntar: ¿Debe sacrificarse todo lo
que es de valor en nuestra juventud con el fin de darle una educación
escolar? Si hubiese habido establecimientos agrícolas e industriales
unidos a nuestras escuelas, y se hubiese empleado a maestros compe-
tentes para educar a los jóvenes en los diversos ramos de estudio y de
trabajo, dedicando parte del tiempo diariamente al mejoramiento in-
telectual y parte al trabajo físico, habría ahora una clase más elevada
de jóvenes activos y de influencia en el amoldamiento de la sociedad.
Muchos de los jóvenes que se graduaran en tales instituciones sal-
drían con estabilidad de carácter. Tendrían perseverancia, entereza
y valor para sobreponerse a los obstáculos, y tales principios que
no los desviaría una mala influencia por popular que sea. Deberían
haber habido maestras expertas para dar lecciones a las jóvenes en
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el departamento culinario. A las niñas se les debería haber enseñado
a confeccionar ropas, a cortar, a hacer y remendar prendas de vestir,
para que llegasen así a estar preparadas para desempeñar los deberes
y las obligaciones prácticas de la vida.
Deberían haber establecimientos donde los jóvenes pudieran
aprender oficios diferentes, los que pondrían en acción tanto sus
músculos como sus facultades mentales. Si los jóvenes no pue-
den adquirir más que una educación parcial, ¿cuál es la de mayor
importancia: la de un conocimiento de las ciencias, con todas sus
desventajas para la salud y la vida, o el aprendizaje del trabajo para
la vida práctica? Sin titubear respondemos: la última. Si una ha de
desatenderse, sea ella el estudio de los libros.
Hay muchas jóvenes casadas y con familia, que poseen sólo
un pequeño conocimiento práctico de los deberes que incumben a
una esposa y madre. Leen y saben tocar un instrumento de música;
empero, no saben cocinar. No saben hacer buen pan, tan esencial
para la salud de la familia. No saben cortar y confeccionar vestidos
porque nunca aprendieron a hacerlo. Consideraban estas cosas sin