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La Educación Cristiana
importancia, y en su vida de casadas dependen tanto de alguna otra
persona para que se las haga como sus propios hijitos. Es esta igno-
rancia inexcusable con respecto a los deberes más imprescindibles
de la vida lo que hace desdichadas a muchas familias.
La impresión de que el trabajo es degradante para una vida de
buen tono, ha llevado al sepulcro a millares que pudieran haber
vivido. Los que hacen únicamente labor manual, trabajan frecuen-
temente con exceso sin darse períodos de descanso, mientras que
la clase intelectual recarga el cerebro y sufre por falta del saludable
vigor que proporciona la. labor física. Si la clase intelectual qui-
siera compartir en cierta medida la carga de la clase trabajadora y
vigorizar así sus músculos, el mundo obrero podría hacer menos y
dedicar una parte de su tiempo a la cultura mental y moral. Los que
se dedican a ocupaciones sedentarias debieran hacer ejercicio físico
aun en el caso de que no necesiten trabajar por razones pecuniarias.
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La salud debería ser incentivo suficiente para inducirlos a unir el
trabajo físico al mental.
La cultura moral, intelectual y física debería combinarse a fin
de producir hombres y mujeres bien desarrollados y equilibrados.
Algunos están capacitados para realizar mayor esfuerzo intelectual
que otros, mientras hay quienes están inclinados a amar y disfrutar
el trabajo físico. Ambas clases deberían tratar de subsanar sus defi-
ciencias de modo que puedan presentar a Dios su ser entero como
sacrificio vivo, santo y aceptable, que es lo que constituye su culto
racional. Los hábitos y las costumbres de la sociedad que sigue la
moda no deberían regular su curso de acción. El inspirado apóstol
Pablo añade: “Y no os conforméis a este siglo, mas reformaos por la
renovación de vuestro entendimiento para que experimentéis cuál
sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
La mente de los hombres que trabajan con el pensamiento está
sometida a un severo ejercicio. Con frecuencia hacen uso de sus
facultades mentales con prodigalidad, mientras que hay otra clase
cuyo mayor interés en la vida lo constituye la labor física. Esta últi-
ma clase no ejercita la mente. Mientras que sus músculos están en
acción casi constante, su cerebro se ve privado de vigor intelectual
del mismo modo que la mente de los hombres que trabajan con el
pensamiento se fatiga, en tanto que su cuerpo se halla privado de
fuerza y vigor, porque dejan de ejercitar los músculos. Los que se