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La Educación Cristiana
y a la simpatía propia de Cristo. Debieran ser hombres y mujeres de
fe, sabiduría y oración. No debieran manifestar una dignidad severa
e inflexible, sino mezclarse con los jóvenes e identificarse con ellos
en sus gozos y tristezas, como también en la diaria rutina del trabajo.
Por lo general, una obediencia alegre y amante será el fruto de tal
esfuerzo.
Deberes domésticos
La educación que los jóvenes de uno y otro sexo que asisten
a nuestros colegios debieran recibir en la vida doméstica, merece
especial atención. En la tarea de edificar el carácter, es de gran im-
portancia que se enseñe a los alumnos que asisten a nuestros colegios
a hacer el trabajo que se les asigna y librarse de toda tendencia a
la pereza. Han de familiarizarse con los deberes de la vida diaria.
Se les debiera enseñar a cumplir bien y esmeradamente sus deberes
domésticos, con el menor ruido y confusión posible. Todo debie-
ra hacerse decentemente y con orden. La cocina y cualquier otra
parte de la casa debe tenerse barrida y limpia. Los libros debieran
poder guardarse hasta el momento debido y los estudios no debieran
ser más que los que sea posible atender sin descuidar los deberes
domésticos. El estudio de los libros no debiera absorber la mente
con descuido de las obligaciones del hogar, de las cuales depende la
comodidad de la familia.
En el cumplimiento de estos deberes debieran vencerse los há-
bitos de indiferencia, descuido y desorden; porque, a menos que se
corrijan, esos hábitos serán introducidos en toda fase de la vida y
ésta verá arruinada su utilidad para la verdadera obra misionera. Si
no se corrigen con perseverancia y resolución, vencerán al estudiante
para el presente y para la eternidad. Se ha de estimular a los jóvenes
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a formar hábitos correctos de vestir, de modo que su apariencia sea
aseada y atractiva; se les ha de enseñar a conservar sus vestidos lim-
pios y cuidadosamente remendados. Todas sus costumbres debieran
ser de tal carácter que hagan de ellos una ayuda y un alivio para
otros.
Se dieron a los ejércitos de los hijos de Israel instrucciones espe-
ciales para que, en sus tiendas y alrededor de ellas, todo estuviese
limpio y en orden, no fuese que el ángel de Dios pasase por me-