Página 397 - La Educaci

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Los internados
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dio de su campamento y viese sus inmundicias. ¿Era el Señor tan
meticuloso que reparara en estas cosas? Sí, pues se declara que si
hubiese de ver sus inmundicias no podría salir con sus ejércitos a
la batalla contra sus enemigos. Asimismo todas nuestras acciones
son notadas por Dios. Aquel Dios que tuvo tanto cuidado de que los
hijos de Israel adquiriesen hábitos de limpieza, no sancionará hoy
impureza alguna en el hogar.
Dios confió a los padres y los maestros la tarea de educar a los
niños y los jóvenes en estas direcciones y de cada acto de la vida
se les puede enseñar lecciones espirituales. Al inculcarles hábitos
de limpieza física, debemos enseñarles que Dios quiere que sean
limpios tanto en su corazón como en su cuerpo. Al barrer una habi-
tación pueden aprender cómo el Señor purifica el corazón. No les
bastaría cerrar puertas y ventanas después de poner en la pieza algu-
na sustancia purificadora, sino que abrirían las puertas y las ventanas
de par en par y con esfuerzo diligente eliminarían todo el polvo. Del
mismo modo las ventanas de los impulsos y los sentimientos han
de abrirse hacia el cielo y se debe expulsar el polvo del egoísmo y
de la vanidad mundana. La gracia de Dios ha de barrer las cámaras
de la mente y todo elemento de la naturaleza ha de ser purificado y
vitalizado por el Espíritu de Dios. El desorden y el desaliño en los
deberes diarios llevarán al olvido de Dios y a observar una forma de
piedad en la profesión de la fe, pero sin la realidad de ella. Tenemos
que velar y orar; de otra suerte estaremos asiéndonos de la sombra y
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perderemos la sustancia.
Como hebras de oro, una fe viva debe entretejerse con la expe-
riencia cotidiana en el cumplimiento de las pequeñas obligaciones.
Entonces los estudiantes serán inducidos a comprender los princi-
pios puros que según lo ha dispuesto Dios, han de motivar cada acto
de sus vidas. Entonces todo el trabajo diario será de tal carácter que
promueva el crecimiento cristiano. Entonces los principios vitales
de la fe, la confianza y el amor hacia Jesús penetrarán hasta en los
detalles más íntimos de la vida diaria. Se contemplará a Jesús y el
amor hacia él constituirá el móvil continuo que dé fuerza vital a cada
obligación asumida. Habrá porfía por la justicia y una esperanza que
“no avergüenza”.
Romanos 5:5
. Todo lo que se haga se hará para
gloria de Dios.