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La Educación Cristiana
Lo que precede es una exposición de lo que podría haberse hecho
mediante un sistema de educación apropiado. El tiempo es ahora
demasiado corto para llevar a cabo lo que podría haberse hecho en
las generaciones pasadas; pero podemos hacer mucho, aun en estos
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últimos días, para corregir los males existentes en la educación de la
juventud. Y por cuanto el tiempo es corto, debemos ser fervientes y
trabajar celosamente para dar a los jóvenes la educación compatible
con nuestra fe. Somos reformadores. Deseamos que nuestros hijos
estudien con el mayor provecho. A fin de realizar esto, se les debiera
dar ocupación que los obligue a ejercitar los músculos. El trabajo
diario y sistemático debiera constituir una parte de la educación
de los jóvenes aun en esta época tardía. Se puede ganar mucho
ahora con incluir el trabajo en las escuelas. Siguiendo este plan,
los estudiantes llegarán a poseer elasticidad de espíritu y vigor de
pensamiento y serán capaces de ejecutar más trabajo mental, en un
tiempo dado, que el que harían estudiando solamente. Y podrán
abandonar el colegio con sus organismos incólumes y con fuerza
y valor para perseverar en cualquier puesto donde la providencia
divina pueda colocarlos.
Por cuanto el tiempo es corto, deberíamos trabajar con diligencia
y redoblada energía. Nuestros hijos tal vez no ingresen en la uni-
versidad, pero pueden obtener una preparación en aquellos ramos
esenciales que apliquen después a un uso práctico y que darán cultu-
ra a la mente y ejercicio a sus facultades. Muchísimos jóvenes que
han pasado un curso universitario no han obtenido aquella educación
verdadera que podrían dedicar a un uso práctico. Pueden tener fama
de poseer una educación universitaria, pero, en realidad, sólo son
majaderos instruidos.
Hay muchos jóvenes cuyos servicios Dios aceptaría si se consa-
graran a él sin reserva. Si emplearan en el servicio de Dios aquellas
facultades de la mente que usan para su propio servicio y para adqui-
rir bienes, serían obreros fervientes, perseverantes y de éxito en la
viña del Señor. Muchos de nuestros jóvenes debieran concentrar su
atención en el estudio de las Escrituras para que Dios pueda usarlos
en su causa. No llegan a ser tan inteligentes en el conocimiento es-
piritual como en las cosas temporales. Por tanto, dejan de ocuparse
en la obra de Dios, que podrían hacer de manera aceptable. Hay
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tan sólo unos pocos para amonestar a los pecadores y ganar almas