Página 95 - La Educaci

Basic HTML Version

La necesidad de una reforma educacional
91
menos que beban en abundancia del Espíritu Santo, el observador
maligno creará circunstancias molestas. El educador debe ser sabio
para discernir que mientras la fidelidad y la bondad ganarán almas,
la aspereza nunca lo logrará. Las palabras y acciones arbitrarias
incitan las peores pasiones del corazón humano. Si los hombres y
mujeres que profesan ser cristianos no han aprendido a dominar
su temperamento malo e infantil, ¿cómo podrán esperar que se los
honre y respete?
¡Cuánto cuidado debiera tenerse entonces para elegir a instruc-
tores apropiados a fin de que no solamente sean fieles en su trabajo
sino que manifiesten también el debido temperamento! Si no son
dignos de confianza, deberá exonerárselos. Dios tendrá a toda insti-
tución por responsable de cualquier descuido en ver que se estimule
la bondad y el amor. Nunca debiera olvidarse que Cristo mismo
tiene la dirección de nuestras instituciones.
Debe designarse a los predicadores más talentosos para que
enseñen la Biblia en nuestras escuelas. Los escogidos para este
trabajo tienen que ser estudiantes cabales de la Biblia, que posean
una profunda experiencia cristiana, y su salario debe pagarse del
diezmo. Es designio de Dios que todas nuestras instituciones lleguen
a ser medios para educar y desarrollar obreros de quienes él no
se avergüence, obreros que puedan ser enviados como misioneros
idóneos que trabajen para el Maestro; pero este fin no se ha tenido
en vista. En muchos respectos nos hallamos muy rezagados en esta
obra, y el Señor exige que se manifieste en ella un celo infinitamente
mayor que el que hasta aquí se ha manifestado. Nos ha llamado a
salir del mundo para que seamos testigos de su verdad; y en todas
nuestras filas hombres y mujeres jóvenes debieran prepararse para
ocupar puestos de utilidad e influencia.
[96]
Hay una urgente demanda de obreros en el campo misionero.
Hacen falta hombres jóvenes para esta obra; Dios los solicita. Su
educación es de primordial importancia en nuestros colegios y en
ningún caso debiera ello ignorarse o considerarse como cosa secun-
daria. Es de todo punto una equivocación que los maestros, por el
hecho de aconsejar otras ocupaciones desanimen a los jóvenes que
pudieran prepararse para realizar una obra aceptable en el ministe-
rio. Los que presentan obstáculos para impedir a los jóvenes que
se preparen para este trabajo están contrarrestando los planes de