Verdaderas y falsas teorías en contraste
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incólume en medio de las tempestades de la prueba, porque no
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confió en sí mismo. “El fundamento de Dios está firme, teniendo
este sello: Conoce el Señor a los que son suyos”.
2 Timoteo 2:19
.
Es normal llevar frutos
Los que se esfuerzan por llamar la atención a sus buenas obras,
hablando constantemente de su condición sin pecado, y tratando de
destacar sus conquistas religiosas, están solamente engañando sus
propias almas al hacerlo. Un hombre sano que puede atender los
trabajos comunes de la vida, y que va a sus tareas día tras día con
espíritu alegre y con una vigorosa corriente de sangre que fluye por
sus venas, no les llama la atención a todas las personas con quienes
se encuentra, sobre la buena salud de que disfruta. La salud y el
vigor son condiciones naturales de su vida, y por lo tanto apenas
tiene conciencia de que está gozando de tan rico don.
Tal ocurre con el hombre verdaderamente justo. Es inconsciente
de su bondad y piedad. Los principios religiosos han llegado a ser la
fuente de su vida y su conducta, y es tan natural para él llevar los
frutos del Espíritu, como es para la higuera producir higos, o para el
rosal dar rosas. Su naturaleza está tan completamente imbuida del
amor por Dios y sus semejantes, que hace las obras de Cristo con un
corazón voluntario.
Todos los que entran en la esfera de su influencia perciben la
hermosura y la fragancia de la vida cristiana, mientras que él mismo
es inconsciente de ella, puesto que está en armonía con sus hábitos
y sus inclinaciones. Ora por luz divina, y le gusta vivir en armonía
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con esa luz. Su comida y su bebida es hacer la voluntad de su Padre
celestial. Su vida está escondida con Cristo en Dios; sin embargo
no se jacta de esto, ni parece consciente de ello. Dios acepta al
hombre humilde que sigue de cerca en los pasos del Maestro. Los
ángeles son atraídos a él, y a ellos les agrada detenerse a lo largo de
su senda. Pueden ser pasados por alto como indignos de que se les
dedique atención por aquellos que pretenden haber logrado exaltadas
conquistas, y que se deleitan en hacer prominentes sus buenas obras;
pero los ángeles celestiales se inclinan con amor sobre ellos y son
como muro de fuego que los circunda.