Página 18 - La Edificaci

Basic HTML Version

14
La Edificación del Carácter
Por qué fue rechazado Cristo
Nuestro Salvador era la luz del mundo; pero el mundo no lo
conoció. Estaba constantemente ocupado en obras de misericordia,
proyectando luz sobre la senda de todos; sin embargo no pidió a
aquellos con los cuales se relacionaba que contemplaran su virtud
inigualable, su abnegación, su espíritu de sacrificio y su benevo-
lencia. Los judíos no admiraban una vida tal. Ellos consideraban
su religión sin valor, porque no estaba de acuerdo con su norma
de piedad; decidieron que Cristo no era religioso en espíritu o en
carácter; porque la religión de ellos consistía en ostentación, en
orar en público y en hacer obras de caridad por causa del efecto.
Proclamaban con trompeta sus buenas obras, como lo hacen los que
pretenden poseer la santificación. Querían que todos entendieran
que ellos no tenían pecado. Pero toda la vida de Cristo se hallaba
en directo contraste con esto. No buscaba ni ganancia ni honores.
Sus maravillosos actos de sanamiento eran realizados de la manera
[13]
más silenciosa posible, aunque él no podía restringir el entusiasmo
de aquellos que eran los recipientes de sus grandes bendiciones. La
humildad y la mansedumbre caracterizaron su vida. Y fue debido
a su conducta humilde y a sus maneras modestas, que se hallaban
en tan señalado contraste con las de los fariseos, por lo que éstos no
quisieron aceptarlo.
La mansedumbre es un fruto del espíritu
El más precioso fruto de la santificación es la gracia de la man-
sedumbre. Cuando esta gracia preside en el alma, la disposición
es modelada por su influencia. Hay un constante esperar en Dios,
y una sumisión a la voluntad divina. La comprensión capta toda
verdad divina, y la voluntad se inclina ante todo precepto de Dios,
sin dudar ni murmurar. La verdadera mansedumbre suaviza y sub-
yuga el corazón, y adecua la mente a la palabra implantada. Coloca
los pensamientos en obediencia a Jesucristo. Abre el corazón a la
Palabra de Dios, como fue abierto el corazón de Lidia. Nos coloca,
junto con María, como personas que aprenden a los pies de Jesús.
“Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos
su carrera”.
Salmos 25:9
.