Página 29 - La Edificaci

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El dominio de los apetitos y pasiones
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Deseos que batallan contra el alma
Dondequiera se encuentren, los que estén verdaderamente san-
tificados elevarán la norma moral manteniendo hábitos físicos co-
rrectos, y a semejanza de Daniel, presentarán a otros un ejemplo de
temperancia y abnegación. Todo apetito depravado llega a ser un
deseo que batalla contra el alma. Todo lo que está en conflicto con la
ley natural crea una condición enferma del alma. La complacencia
del apetito produce un estómago dispéptico, un hígado torpe, un
cerebro entenebrecido, y así pervierte el temperamento y el espíritu
del hombre. ¡Y estos poderes debilitados son ofrecidos a Dios, quien
rehusaba aceptar las víctimas para el sacrificio a menos que fueran
sin tacha! Es nuestro deber colocar nuestros apetitos y hábitos de
vida en conformidad con la ley natural. Si los cuerpos ofrecidos
sobre el altar de Cristo fueran examinados con el estrecho escrutinio
al cual eran sujetos los sacrificios judaicos, ¿quién sería aceptable?
¡Con qué cuidado deben los cristianos regular sus hábitos, para
que puedan preservar la plenitud del vigor de toda facultad, a fin de
dedicarla al servicio de Cristo! Si queremos ser santificados en cuer-
po, alma y espíritu, debemos vivir en conformidad con la ley divina.
El corazón no puede mantener la consagración a Dios mientras se
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complacen los apetitos y las pasiones a expensas de la salud y la
vida. Los que violan las leyes de las cuales depende la salud, deben
sufrir la penalidad. Han limitado de tal manera sus capacidades en
todo sentido que no pueden realizar en forma adecuada sus deberes
para con sus semejantes, y fracasan por completo en responder a las
exigencias de Dios.
Cuando el clero escocés pidió a Lord Palmerston, primer ministro
inglés, que decretara un día de ayuno y oración para detener el cólera,
él replicó, en efecto: “Limpiad y desinfectad vuestras calles y casas,
promoved la limpieza y la salud entre los pobres, y tratad de que
estén abundantemente suplidos con alimentos buenos y vestidos, y
emplead en forma generalizada medidas sanitarias correctas, y no
tendréis ocasión de ayunar y orar. Tampoco oirá el Señor vuestras
oraciones mientras estas medidas preventivas no sean usadas”.
Dice San Pablo: “Limpiémonos de toda contaminación de carne
y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”.
2
Corintios 7:1
. El presenta para nuestro ánimo la libertad de que