Página 49 - La Edificaci

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La transformación del carácter de Juan
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les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y
el servidor de todos”.
Marcos 9:35
.
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Los que poseen el espíritu de Cristo no tendrán ambición de
ocupar una posición por encima de sus hermanos. Aquellos que son
pequeños a sus propios ojos son los que serán considerados grandes
a la vista de Dios. “Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos;
y tomándole en sus brazos, les dijo: El que reciba en mi nombre a
un niño como éste, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me
recibe a mí sino al que me envió”.
Marcos 9:36, 37
.
¡Qué preciosa lección es ésta para todos los seguidores de Cristo!
Los que descuidan los deberes de la vida que les incumben directa-
mente, los que no usan de misericordia y bondad, cortesía y amor,
aun hacia un niñito, están descuidando a Cristo. Juan sintió la fuerza
de esta lección y la aprovechó.
En otra oportunidad, su hermano Santiago y él mismo habían
visto a un hombre echando demonios en el nombre de Jesús, y de-
bido a que no se vinculó inmediatamente con su grupo, decidieron
que no tenía derecho a hacer esta obra, y consecuentemente se lo
prohibieron. Con la sinceridad de su corazón, Juan relató la circuns-
tancia a su Maestro. Jesús dijo: “No se lo prohibáis; porque ninguno
hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de
mí. Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es”.
Marcos
9:39, 40
.
En cierta ocasión, Santiago y Juan presentaron por medio de
su madre la petición de que se les permitiera ocupar las más altas
posiciones de honor en el reino de Cristo. El Salvador contestó: “No
sabéis lo que pedís”.
Marcos 10:38
. ¡Cuán poco entendemos muchos
de nosotros la verdadera importancia de nuestras oraciones! Jesús
conocía el sacrificio infinito que costaría adquirir esa gloria, cuando
[55]
“por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el
oprobio”.
Hebreos 12:2
. Ese gozo consistía en ver almas salvadas
por su humillación, su agonía, y el derramamiento de su sangre.
Esta era la gloria que Cristo había de recibir, y que estos dos
discípulos habían solicitado que se les permitiera compartir. Jesús
les preguntó: “¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados
del bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: Podemos”.
Marcos 10:38, 39
.