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La Educación
hemos de reconocer nuestra obligación hacia Dios, obligación en la
que se basan todas las demás?
De acuerdo con las condiciones en que se funda nuestra ma-
yordomía, tenemos obligaciones, no solo con Dios, sino con los
hombres. Todo ser humano está en deuda con el amor infinito del
Redentor por los dones de la vida. El alimento, el vestido, el abrigo,
el cuerpo, la mente y el alma, todo ha sido comprado con su sangre.
Y por la deuda de gratitud y servicio que nos ha impuesto, Cristo
nos ha ligado a nuestros semejantes. Nos ordena: “Servíos por amor
los unos a los otros
“En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis
hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis
“A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios—declara Pablo—
soy deudor
Lo mismo ocurre con nosotros. Puesto que nos ha
bendecido más que a los demás, somos deudores de todo ser humano
a quien podamos beneficiar.
Estas verdades tienen que ver no solo con la cámara privada, sino
con la oficina de contabilidad también. Los bienes que manejamos no
nos pertenecen, y jamás estaremos seguros si perdemos de vista este
hecho. Somos simplemente administradores, y del cumplimiento
de nuestra obligación hacia Dios dependen tanto el bienestar de
nuestros semejantes, como nuestro propio destino en esta vida y la
venidera.
“Hay quienes reparten y les es añadido más, y hay quienes retie-
nen más de lo justo y acaban en la miseria”. “Echa tu pan sobre las
aguas; después de muchos días lo hallarás”. “El alma generosa será
prosperada: el que sacie a otros, también él será saciado
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“No te afanes por hacerte rico”
“No te afanes por hacerte rico [...]. ¿Has de poner tus ojos en las
riquezas, que son nada? De cierto se hacen como alas de águila, y
vuelan al cielo
“Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando
darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís,
os volverán a medir
“Honra a Jehová con tus bienes y con las primicias de todos tus
frutos; entonces tus graneros estarán colmados con abundancia y tus
lagares rebosarán de mosto