La historia y la profecía
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contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y
terremotos en diferentes lugares
La época actual es de sumo interés para todos los vivientes. Los
gobernantes y estadistas, los hombres que ocupan puestos de con-
fianza y autoridad, los hombres y mujeres que piensan, de toda clase
social tienen la atención fija en los sucesos que ocurren alrededor de
nosotros. Observan las relaciones tirantes que mantienen las nacio-
nes. Observan la tensión que se está apoderando de todo elemento
terrenal, y reconocen que está por ocurrir algo grande y decisivo,
que el mundo está al borde de una gran crisis.
En este mismo momento los ángeles están sosteniendo los vien-
tos de contienda para que no soplen hasta que el mundo reciba la
advertencia de su próxima condenación; pero se está preparando una
tormenta; ya está lista para estallar sobre la tierra; y cuando Dios
ordene a sus ángeles que suelten los vientos, habrá una escena tal de
lucha, que ninguna pluma podrá describir.
Solo la Biblia aclara la historia
La Biblia, y nada más la Biblia da una idea exacta de estas cosas.
En ella se revelan las grandes escenas finales de la historia de nuestro
mundo, sucesos que ya proyectan sus sombras, que al aproximarse
hacen temblar la tierra con su ruido y hacen desfallecer de temor a
los hombres.
“He aquí que Jehová devasta la tierra y la arrasa, trastorna su faz
y hace esparcir a sus moradores [...]. Y la tierra fue profanada por
sus moradores, porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho,
quebrantaron el pacto eterno. Por esta causa la maldición consumió
la tierra y sus moradores fueron asolados; por esta causa fueron
consumidos los habitantes de la tierra y disminuyó la población. Se
perdió el vino, enfermó la vid, gimieron todos los que eran alegres
de corazón. Cesó el regocijo de los panderos, se acabó el estruendo
de los que se alegran, cesó la alegría del arpa
“Ay del día!, porque cercano está el día de Jehová; vendrá como
destrucción de parte del Todopoderoso [...]. El grano se pudrió deba-
jo de los terrones; los graneros fueron asolados y los silos destruidos
porque se había secado el trigo. ¡Cómo gemían las bestias! ¡Cuán
turbados andaban los hatos de los bueyes, porque no tenían pastos! Y
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