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La Educación
a la luz solar y a la ventilación, a la higiene del dormitorio y de la
cocina. Enséñese a los alumnos que un dormitorio que reúna todas
las condiciones higiénicas, una cocina limpia y una mesa arreglada
con gusto y con alimentos saludables, contribuirán más para lograr
la felicidad de la familia y el aprecio de cualquier visita sensata,
que un costoso juego de muebles que adorne la sala. No es menos
necesaria ahora que cuando se enseñó hace mil ochocientos año
esta lección del Maestro divino: “La vida es más que la comida, y el
cuerpo más que el vestido
El estudiante de fisiología necesita aprender que el objetivo de
su estudio no consiste solamente en obtener un conocimiento de
hechos y principios. Este solo daría poco beneficio. Puede ser que
comprenda la importancia de la ventilación; su pieza puede tener aire
puro, pero a menos que llene debidamente sus pulmones, sufrirá los
resultados de una respiración imperfecta. Debe comprenderse, pues,
la necesidad de la limpieza, y proveerse los recursos necesarios, pero
todo será inútil a menos que sea puesto en práctica. El gran requisito
en la enseñanza de estos principios es impresionar al alumno con su
importancia, de modo que los ponga escrupulosamente en práctica.
Mediante una figura hermosísima e impresionante, la Palabra
de Dios muestra en qué consideración tiene él nuestro organismo
físico y la responsabilidad que tenemos de conservarlo en la mejor
condición: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois
vuestros?” “Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá
a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es
[182]
Incúlquese en los alumnos el pensamiento de que el cuerpo es
un templo en el cual Dios desea vivir, que hay que conservarlo puro,
como morada de pensamientos elevados y nobles. Al ver, por medio
del estudio de la fisiología, que están “asombrosa y maravillosa-
mente
formados, sentirán reverencia. En vez de mancillar la obra
de Dios, anhelarán hacer de su parte todo lo posible por cumplir
el glorioso plan del Creador. De ese modo llegarán a considerar la
obediencia a las leyes de la salud, no como un sacrificio, o un acto
de abnegación, sino como lo que realmente es: un privilegio y una
bendición inestimables.
[183]
Esta declaración fue escrita en 1903.