Página 207 - La Educaci

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Los modales
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Muchos de los que le dan importancia a la urbanidad, manifiestan
poco respeto por todo lo que, por excelente que sea, no concuerda
con su norma artificial de conducta. Esto es falsa educación. Fomen-
ta el orgullo y una actitud de crítica, como asimismo un estrecho
exclusivismo.
La esencia de la verdadera cortesía es la consideración hacia
los demás. La educación esencial y duradera es la que amplía el
ámbito de la simpatía, y estimula la bondad hacia todo el mundo.
La pretendida cultura que no lleva al joven a ser comedido con
sus padres, a apreciar sus buenas cualidades, a ser tolerante con
sus defectos y solícito con sus necesidades; que no lo mueve a ser
considerado y afectuoso, a ser generoso y útil con el joven, el anciano
y el desafortunado, y cortés con todos, es un fracaso.
Se aprende más acerca del verdadero refinamiento del pensa-
miento y los modales en la escuela del divino Maestro, que por la
observancia de reglas establecidas. Su amor, al llenar el corazón, da
al carácter esos toques de refinamiento que lo asemejan al suyo. Esta
educación imparte una dignidad nacida en el cielo y una noción clara
de lo que es correcto. Da una dulzura al carácter y una suavidad a los
modales que jamás podrá igualar el barniz superficial de la sociedad
elegante.
La Biblia prescribe la cortesía y presenta muchas ilustraciones
del espíritu abnegado, la gracia amable y el genio atractivo, que
caracterizan la verdadera cortesía, son solo reflejos del carácter de
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Cristo. De él proceden toda la ternura y la cortesía verdaderas del
mundo, aun la de los que no invocan su nombre. Y él desea que estas
características se reflejen perfectamente en sus hijos. Su propósito
es que en nosotros contemplen los hombres su belleza.
“Como yo os he amado, que también os améis unos a otros
El más valioso tratado sobre la cortesía que jamás se haya escrito,
es la preciosa instrucción dada por el Salvador, mediante la mani-
festación del Espíritu Santo por medio del apóstol Pablo, palabras
que deberían ser grabadas indeleblemente en la memoria de todo ser
humano, joven o anciano:
“El amor es sufrido, es benigno;
El amor no tiene envidia,
El amor no es jactancioso,