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La obra de la vida
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frecuencia inútiles y hasta perjudiciales. Los hombres aprenden a
nadar en el agua y no en la tierra.
Otra obligación, considerada ligeramente con demasiada fre-
cuencia, que debe explicarse a los jóvenes despiertos con respecto a
las exigencias de Cristo, es la que tiene que ver con su relación con
la iglesia.
La relación de Cristo y su iglesia es muy íntima y sagrada; él es
el esposo y la iglesia la esposa; él la cabeza, y la iglesia el cuerpo.
La relación con Cristo entraña, pues, la relación con su iglesia.
Esta ha sido organizada para servir; y en una vida de servicio a
Cristo la relación con la iglesia es uno de los primeros pasos que
hay que dar. La lealtad a Jesús exige la ejecución fiel de los deberes
impuestos por la iglesia. Esta es una parte importante de nuestra
preparación, y una iglesia imbuida de la vida del Maestro guiará
decididamente a sus miembros a realizar un esfuerzo en beneficio
del mundo exterior.
Hay muchas actividades en las cuales los jóvenes pueden encon-
trar la oportunidad de realizar tareas útiles. Organícense en grupos
para el servicio cristiano, y la cooperación será para ellos una ayuda
y un estímulo. Si los padres y maestros se interesan en la obra de los
jóvenes, podrán ofrecerles el beneficio de su experiencia y ayudarles
para que sean sus esfuerzos eficaces para el bien.
El trato despierta compañerismo y esta es la base del servicio
eficaz. Para despertar en los niños y jóvenes interés y un espíritu de
sacrificio en favor de los millones que sufren en los países distantes,
familiaríceselos con ellos y sus habitantes. En este sentido, nuestras
escuelas pueden hacer mucho. En vez de hablar tanto de las hazañas
de los Alejandros y Napoleones de la historia, estudien los niños las
vidas de hombres como el apóstol Pablo y Martín Lutero, Moffat,
Livingstone y Carey, y la historia actual del esfuerzo misionero que
diariamente se va desarrollando. En vez de recargar la memoria con
una sucesión de nombres y teorías que no tienen importancia para
sus vidas, y a los cuales, una vez fuera del aula, rara vez dedican
un pensamiento, estudien todos los países a la luz del esfuerzo
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misionero y familiarícense con esos pueblos y sus necesidades.
En esta etapa final de la tarea de predicar el evangelio hay un
vasto campo que ocupar y, más que nunca antes, la obra debe alistar
ayudantes de entre el común del pueblo. Tanto jóvenes como ma-