Página 235 - La Educaci

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La preparación necesaria
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la herencia, la salud, el vestido, el ejercicio y el tratamiento de las
enfermedades; han de comprender también las leyes del desarrollo
mental y de la educación moral.
El Ser infinito consideró tan importante la obra de la educación,
que desde su trono envió mensajeros para que respondieran la pre-
gunta de una futura madre: “¿Cómo debe ser la manera de vivir del
niño, y qué debemos hacer con él?
e instruir a un padre en cuanto
a la educación de un hijo prometido.
La educación nunca logrará lo que podría y debería llevar a
cabo, hasta que se reconozca plenamente el trabajo de los padres y
estos reciban una preparación que los capacite para desempeñar sus
sagradas responsabilidades.
Se admite universalmente la necesidad de la educación prepara-
toria del maestro; pero pocos reconocen el carácter de la preparación
más esencial. El que aprecia la responsabilidad implícita en la edu-
cación de la juventud, se dará cuenta de que no es suficiente la
instrucción literaria y científica. El maestro debe tener una educa-
ción más amplia que la que se obtiene por medio del estudio de los
libros. Tiene que poseer no solo fuerza, sino amplitud de mente; no
tan solo un alma íntegra, sino también un gran corazón.
Solo el que creó la mente y formuló sus leyes puede comprender
perfectamente sus necesidades o dirigir su desarrollo. Los principios
de la educación que él ha dado constituyen la única guía segura.
Una cualidad esencial para todo maestro es el conocimiento de estos
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principios y que los haya aceptado de tal manera que sean un poder
dominante en su propia vida.
La experiencia en la vida práctica es indispensable. El orden,
la prolijidad, la puntualidad, el dominio propio, el genio alegre,
la invariabilidad de disposición, la abnegación, la integridad y la
cortesía, son cualidades esenciales.
Por lo mismo que hay tanta bajeza, y tanta impostura rodea a
los jóvenes, hay una gran necesidad de que las palabras, el com-
portamiento y la conducta del maestro representen lo elevado y lo
verdadero. Los niños son perspicaces para descubrir la hipocresía
o cualquier otra debilidad o defecto. No hay para el maestro otro
modo de conquistar el respeto de sus alumnos que el de revelar en su
propio carácter los principios que trata de enseñarles. Únicamente al