Página 237 - La Educaci

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La preparación necesaria
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Pero la utilidad del maestro no depende tanto de su caudal de
conocimientos como del nivel que se propone alcanzar. El verdadero
maestro no se contenta con pensamientos indefinidos, una mente
indolente o una memoria inactiva. Trata constantemente de progresar
más y aplicar mejores métodos. Su vida es de continuo desarrollo.
En el trabajo de semejante maestro hay una frescura y un poder
vivificante que despierta e inspira a los alumnos.
El maestro debe ser apto para su trabajo. Tiene que tener la
sabiduría y el tacto necesarios para manejar las mentes. Por grande
que sea su conocimiento científico, por excelentes que sean sus
cualidades en otros ramos, si no logra conquistar el respeto y la
confianza de sus alumnos, sus esfuerzos serán vanos.
Se necesitan maestros perspicaces para descubrir y aprovechar
toda oportunidad de hacer bien; maestros que al entusiasmo unan
la verdadera dignidad; que sean capaces de dominar y “aptos para
enseñar”; que inspiren pensamientos, despierten energía e impartan
valor y vida.
Las oportunidades de un maestro pueden haber sido limitadas,
de modo que no haya logrado acumular tantos conocimientos como
hubiera querido; sin embargo, si sabe incursionar en el interior de la
naturaleza humana; si siente amor sincero por su trabajo, si aprecia
su magnitud y está decidido a mejorar, si está dispuesto a trabajar
afanosa y perseverantemente, comprenderá las necesidades de los
alumnos y, mediante su espíritu comprensivo y progresista, desper-
tará en ellos el deseo de seguirlo mientras trata de guiarlos por el
camino ascendente.
Los niños y jóvenes que el maestro tiene a su cargo difieren
grandemente unos de otros en carácter, hábitos y educación. Algunos
no tienen propósito definido ni principios establecidos. Necesitan
que se los despierte para que comprendan sus responsabilidades
y posibilidades. Pocos son los niños que han sido correctamente
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educados en el hogar. Algunos han sido los mimados de la casa.
Toda su educación ha sido superficial. Por habérseles permitido
seguir su inclinación y evitar las responsabilidades y los quehaceres,
carecen de estabilidad, perseverancia y abnegación. Consideran a
menudo toda disciplina como una restricción innecesaria. Otros
han sido censurados y desanimados. La restricción arbitraria y la
rudeza han desarrollado en ellos la obstinación y la rebeldía. Si estos